Historia del Caballo Chileno de Pura Raza

Por Arturo Montory G.

Capítulo I

Orígenes de la raza chilena

Bibliografía: Uldaricio Prado en su libro El Caballo Chileno, publicado en 1914.
Casta de Guzmanes y Valenzuelas.

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“Especiales para la práctica del «Arte de la Jineta»; escuela de equitación de origen morisco y ésta a su vez, origen de la Rienda Chilena”.
Relato de Luís Buñuelos en su «Libro de la Jineta».
“Dice que son los «únicos que merecen el nombre de caballos» por sus cualidades. Talla, lindeza de cuello, pechos, cara, ojos, caderas. Caballos que son muy superiores a los demás. En correr y parar no hay nada igual. A los 7 años comienzan a rendir y duran hasta los 24 años.

Su origen y su esmerada crianza

En tiempos de Carlos V (1500 – 1556), a Don Luís Manrique, hijo de los Duques de Nájera, le dieron la Encomienda de Córdoba, y en ella empezó a criar caballos y a juntar yeguas. Le compró a Don Diego de Aguayo yeguas consideradas las mejores de España de la época. También le compró a Don Pedro de la Cueva, que tenía en Guadix y Basas, y trajo un potro de Jerez de la Frontera y con ellos comenzó su crianza por un año.

Un día estaba Don Luís mirando en la puerta de su casa que daba a una calle tranquila, cuando vio aparecer por ella un harruquero en un caballo tordillo negro, con la tusa muy blanca y muy crespa. Cuando lo vio el harruquero, le pegó con los talones al caballo y fue corriendo hacia él, a una velocidad tremenda, y entró parando en la patas en forma maravillosa.

Don Luís quedó perdido por el rocín, y se lo compró a pesar que estaba en los huesos y tenía las manos chuecas y los pies cerrados; aunque el resto era muy bueno.

el caballo a la caballeriza y le dieron el mejor alimento y cuidado. A los pocos meses se convirtió en el caballo más lindo que se haya visto. De las rodillas hacia arriba una pintura; de crines tan largas y onduladas que le arrastraban por el suelo y con un mazo de cola llena de cerdones y muchos crespos de nacimiento. En el correr y parar nunca se vio igual y poder moverse para adelante y para atrás, y si le daban con los pies salía volando.

El harruquero se llamaba Guzmán, y contó que el caballo lo compró a un mesonero, el que luego visitó Don Luís Manrique y le contó: llegaron a su posada siete u ocho moros en caballos a la jineta y que decían ser embajadores del Rey de Marruecos, que iban con una embajada al Emperador Carlos V. La noche que llegaron le dio un cólico al rocín y lo dejaron, ya que se iba a morir. Le dijeron que tratara de cuidarlo ya que dijeron que era de la mejor casta de la Berbería.

Luego de este relato, Don Luís lo echó a sus yeguas, naciendo excelentes caballos. Al morir Don Luís, muchos caballos los heredó el Rey Felipe II (1556) y otros regaló a sus amigos. El Rey vendió algunos que compró Don Martín Fernández de Córdoba y sacó magníficos caballos.

Luego, el Duque de Sossa de Milán le compró varias yeguas a Fernández de Córdoba, y su caballerizo mayor se llamaba Juan de Valenzuela, a quien el Duque cuando volvió a Italia le regaló muchas yeguas, que las conservó puras toda su vida, siendo el caballero más conocido de su tiempo. Su hijo Jerónimo de Valenzuela las heredó y las vendió y regaló a sus amigos.

García Hurtado de Mendoza Gobernador, trajo a Chile algunos de estos ejemplares Guzmanes y Valenzuelas , en 1557.

El caballo que llegó a América

En 1493 terminó la guerra de Granada, y los reyes de España recogieron la necesidad de que al lado de un hombre de armas estuviese un jinete ligero y de ahí se originó el Decreto de Creación del Cuerpo de Guardia de Vieja Castilla, en el que establecía que la quinta parte de una compañía debía estar armada a la jineta con espada, puñal y ballesta.

Esto debido a los conocidos éxitos de los “zenetes africanos”.

En 1493 zarpa de Cádiz don Cristóbal Colon en su segundo viaje al nuevo mundo, y trajo para Santo Domingo 5 yeguas de vientres y 20 caballos.

Para ese efecto la cédula real ordena a Fernando Zafrán, lo que sigue:

“Veinte tres de mayo de 1493. -Archivo de Indias-

El rei e la reina: Fernando de Zafra nuestro secretario, Nos mandamos hacer cierta armada para inviar a las islas e tierra firme que agora nuevamente se han descubierto e han de descubrir en el mar Océano a la parte de las Indias e para aderezar la dicha armada con el almirante d. Cristóbal Colon, enviamos allá a don Juan de Fonseca, Arsediano de Sevilla y porque entre la otra jente que mandamos ir en la dicha armada havemos acordado que vayan veinte lanzas jinetas a caballo: por ende Nos mandamos que entre la gente de la hermandad (cuerpo de policía de caminos y fronteras) que están en ese reino de Granada escojáis las dichas veinte lanzas, que sean hombres seguros y fiables, e que vayan de buena gana; e los cinco de ellos lleven dobladuras (dos caballos) e las dobladuras que llevaren sean yeguas; a los cuales dichos veinte lanzas hase de pagar el sueldo de seis meses adelantados, de cualquier marabedis que allá tiene los tesoros de la Hermandad para la paga de la jente,..”

Estas fueron las buenas disposiciones que tuvieron los reyes católicos, para enviar los primeros caballos al nuevo mundo y que acusan una buena intención de su parte como también del almirante, pero el caballo bueno de guerra y todavía mas, diestro, como debían haber sido los escogidos por la orden terminante de la real cedula, valían mucho dinero y como este embarque se hacia por cuenta de sus altezas, resultó que ciertos contratistas y proveedores de caballos para el real ejercito, tentaran a los señores escuderos con buenos precios para comprarles las cabalgaduras escogidas que tenían, como efectivamente lo hicieron, reemplazándolos por otros de los mas ordinarios que en la localidad existían. Así lo acredita carta de Cristóbal Colon de fecha Enero de 1494:

“Diréis a sus altezas como los escuderos de caballos que vinieron de Granada en el alarde que ficieron en Sevilla mostraron buenos caballos, e después, al embarcar yo nos los vi, porque estaban un poco dolientes i metiéronse los tales, que el mejor de ellos non parece vale dos mil maravedíes, $150 plata, porque vendieron los otros i compraron estos, esto fue de la suerte que se hizo de mucha jente que allá en los alardes de Sevilla yo vi mui buenos…”

A este cambio feliz, se debe la calidad del caballo que llegó hasta nosotros derivado desde la Española, en el que dominando mucho mas el tipo de la “jaca española” con sus características de poca talla, cuerpo grueso, mayor resistencia i fuerza para el trabajo, perpetuadas hasta ahora, tenia ventajas sobre el berberisco, cuyas formas eran algo delgadas, como todavía la conservan ciertos tipos de andaluces muy estimados por su ligereza y energía en andaduras, especialmente del galope, pero menos sufridos para los rudos trabajos de la guerra.

Se debe tener presente que los caballos traídos en esta forma a la española deben haber sido en su mayor parte “enteros o potros” , pues en aquellos tiempos poco se practicaba la castración en estos animales y por lo tanto lo que mas urjia para su pronta propagación, era aumentar el número de yeguas y así debe haber sido el pensamiento del almirante, puesto que en la misma carta citada añade: ”de carneros vivos y aun antes corderos y cordericas, mas hembras que machos y algunos becerras pequeñas son menester, que cada vez vengan en cualquier carabela que acá se enviaren y algunos asnos y asnas y yeguas de trabajo y simiente, que acá ninguno de estos animales hay, de que hombre se pueda ayudar y valer”.

El 1495 se enviaron 6 yeguas, 4 burros y dos burras, además de ovejas, gallinas y cerdos.

El 23 de Abril de 1497 se enviaron 14 yeguas.

García Hurtado de Mendoza

Los reyes católicos en 1494 mandaron que ningún duque, señor, pudieran andar en mulas, excepto fraile i las mujeres. Esto se hizo para que se propagara de nuevo la crianza de caballos muy disminuida a la fecha. También se prohibió la exportación de caballos de España.

En el tercer viaje de Colon llegaron 40 jinetes, i en 1501 don Nicolás de Ovando trajo 10 caballos eran de distinguida casta.

Los primeros caballos i las yeguas de cría fueron de tipo corriente de la plebe caballar que existía en la provincia de Córdoba, Andalucía, tipos del país mezclados con el berberisco i que se les designó como “jacas y rocines”.

Dicen antiguos autores que en la zona de Ronda se “crían caballos pequeños pero de buenas anchuras. Resistente, e bastante genio i mui apropiado para la caballería lijera”.

Esta serranía forma parte de Andalucía, antiguo reino de Sevilla y punto de partida de los viajes de Colón.

Pensamos que muchos jinetes llegados a la española trajeron caballos “rondeños” por sus características de conformación. “Dícese que tienen muchas anchuras, cuando están mui separadas los encuentros o espaldas, mui elevados los hijares, contorneadas la costillas y el vientre desarrollado en proporción. Son esas condiciones mui estimables en el bruto i cuya falta, da lugar a que se califique de caballo de pocas anchuras”.

Corresponde al término “grueso” usado por nosotros y “morisco” al carente de esas condiciones de construcción.

Primeras crianzas de caballos y vacas en Chile. Año 1549

Bibliografia: Historiador Francisco Antonio Encina. Escrito en 1944

“Al mismo tiempo de repartir las chacras, Pedro de Valdivia, primer Gobernador de Chile, concedió a los vecinos estancias para criar ganado. Al principio se prefirió el Valle de Acuyo, situado al oriente de Marga-Marga (Melipilla) y los alrededores de Valparaíso; pero en Diciembre de 1549 Juan Gómez de Almagro tenía ya una estancia en la confluencia del Cachapoal con el Tinguiririca.

propagación de los animales domésticos fue rápida, especialmente la de aves y de los cerdos. Del incendio de Santiago, solo salvaron los caballos, una polla, un pollo, un cochinillo y dos porquezuelas; pero en las expediciones que Valdivia despachó del Perú en 1548 y 1549, vinieron caballos, vacunos, ovejas, cerdos y cabras. Poco después, Francisco de Villagra trajo un rebaño de cabras. En 1554 Francisco Martínez aportó cien cerdas de vientre y treinta cabras, en una compañía que formó con Luís Toledo para dotar la encomienda del último de Los Confines (Angol).

La ciudad de Imperial mandó en 1558 un arreo de dos mil cabezas de ganado formado por cerdos, corderos y vacunos.

Con las ovejas fracasaron por una enfermedad traída del Perú, el “carache”, y debieron empezar a matarlas en 1549 y en 1551 no quedo ninguna viva.

En 1555 se empezó de nuevo y ya se multiplicaron sin problemas.

Los esfuerzos de Pedro de Valdivia, eficazmente secundados por el capellán Rodrigo González de Marmolejo, se concentraron de preferencia en la multiplicación del caballo. Este animal era un factor capital de la conquista. Dada las distancias y la naturaleza de la guerra, sin caballo bien poco valía el soldado español.

En 1545, ya había logrado reunir 50 yeguas de cría, en la dehesa de la ciudad.

En 1549 se instituyó un “yegüerizo” del consejo encargado de propagar y cuidar las yeguas y sus crías, y se acordó señalarle “una dehesa donde anden y las traigan”.

Se dispuso también que “al indio que flechare o apedreare yeguas u otra cualquiera bestia, que le sea cortada la mano por ello, e que su amo pague el daño que hiciere”.

La multiplicación del caballo debió se rápida, pues el Cabildo en sesión del 27 de febrero de 1551, “ordenó marcar en plazo de cuatro meses, so pena de perderlos, los potrillos que estaban sin marca, da como fundamento del acuerdo el hecho de que en esta ciudad e sus términos hay muchas yeguas, e potros e potrancas que no están herradas”.

Con la llegada del Gobernador Villagra a fines de 1551 la crianza caballar recibió un gran impulso pues trajo más de 500 caballos y yeguas.

La primera partida de vacunos es la que trajo Francisco de Castañeda en 1552, en 1553 Antonio de Zapata trajo en el galeón de Pedro de Malta otros 140 vacunos.

Bajo el gobierno de don García, Pedro de Artaño hizo otra importación cuantiosa.

Años más tarde Rodrigo de Quiroga concedía el Valle de Acuyo (Casablanca) a Alonso de Córdoba para criar miles de vacas”.

A la isla de Cuba pueden haber ido algunos Guzmanes y Valenzuelas, durante el tiempo que fue su gobernador don Juan Ponce de León en 1502 a 1521

La importancia de don García Hurtado de Mendoza, por su destreza como jinete y el amor a los juegos y a sus “caballos escogidos”, los que en las Fiestas Públicas lucían todo su esplendor, razón que obligaba a cuidarlos especialmente por lo cual consideramos que fue “precursor de la afición de los chilenos a los deportes ecuestres”.

Fiestas y diversiones públicas.

Bibliografia: Historia de Chile de Diego Barros Arana.
El paseo del estandarte

“Don García dio también durante su gobierno gran importancia a las fiestas públicas que venían a interrumpir el tedio de la vida triste y monótona de los primeros colonos. En esa época no habría sido posible implantar en Chile las lidias de toros, por las cuales tenían los españoles tan decidida afición. El ganado vacuno, introducido en Chile en 1548 y con sólo veinte animales, se había propagado poco todavía en el país y tenía un precio tan elevado, que no era prudente sacrificarlo en esos sangrientos y costosos combates.

En cambio, los españoles celebraban de vez en cuando juegos de cañas y de sortija, especies de torneos en que los jinetes desplegaban su destreza en el manejo del caballo y de las armas. Estos juegos, muy gustados por la nobleza española, formaban el encanto de los campamentos y de los soldados. El mismo don García, a pesar del estiramiento que le imponía su rango de Gobernador y de General en jefe, tenía tanta afición por este género de diversiones, que para ostentar su maestría de jinete y de soldado, no desdeñaba de salir a jugar cañas y sortija con sus subalternos.

La misma pasión tenía el Gobernador por el juego de pelota, a que eran muy aficionados los españoles. Trajo del Perú una cantidad considerable de pelotas para generalizar este juego. En Santiago mandó deshacer un cancel o cercado, que servía para guardar municiones, a fin de que sirviese de plaza en que pudiera jugarse cómodamente. Esta innovación, que seguramente fue muy del agrado del mayor número de los habitantes de Santiago, le atrajo, sin embargo, más tarde, apasionadas acusaciones.

Aparte de estas fiestas, los vecinos de Santiago comenzaban a tener otro género de pasatiempos en las solemnidades y procesiones religiosas. A imitación de lo que entonces se hacía en España, se dispuso que los gremios de artesanos hicieran comparsas especiales con aparatos y efigies adornadas por ellos, que contribuían a hacer más vistosa la fiesta. Es curioso lo que a este respecto leemos en el acta del Cabildo de 2 de mayo de 1556. «En este dicho día, dice, se acordó que para la fiesta de Corpus Christi, que ahora viene, se les manda a todos los oficiales de sastres, calceteros, carpinteros, herreros, herradores, zapateros, plateros, jubeteros (los que hacían o remendaban los jubones), que saquen sus oficios e invenciones, como es costumbre de se hacer en los reinos de España y en las Indias; y que dentro de cinco días primeros siguientes parezcan ante el señor alcalde Pedro de Miranda a declarar los que lo quieran hacer y sacar las dichas invenciones, so pena de cada seis pesos de buen oro, aplicados para las fiestas y regocijos de la procesión del dicho día, demás de que a su costa se sacará la fiesta e invención que a sus mercedes (los capitulares) les pareciere; y que así se apregone para que haya lugar y tiempo de hacer a costa de los dichos oficios».

Pero la fiesta más solemne de esos días, y que se perpetuó con mayor aparato todavía durante todo el régimen de la Colonia, era el Paseo del Estandarte Real.

El cabildo de Santiago había recibido del Rey, en 22 de junio de 1555, junto con el título de noble y leal ciudad, el privilegio de armas que ésta debía usar. «Son, dice el acta, un escudo en campo de plata, y en este escudo un león pintado de su mismo color, con una espada desenvainada en una mano, y ocho veneras del señor Santiago en la bresla a la redonda, y al principio del privilegio está pintado el señor Santiago y arriba de todo el privilegio las armas reales de Su Majestad». Sancionado así el nombre de la ciudad por provisión real, y colocada bajo la advocación del Apóstol Santiago, el Cabildo acordó el 23 de julio de 1556, que en cada aniversario de éste “se regocijen por la fiesta de tal día, y que para ello se nombre un alférez, el cual nombraron que lo sea el capitán Juan Jufré, vecino y regidor de esta dicha ciudad, para que sea tal alférez hasta que Su Majestad o el Gobernador de este reino provean otra cosa. Y que el dicho capitán Juan Jufré haga a su costa un Estandarte de Seda, y que en él se borden las armas de esta ciudad y el apóstol Santiago encima de su caballo”. El estandarte, que debía estar preparado de antemano, fue entregado solemnemente al capitán Jufré en la tarde del 24 de julio, bajo juramento de servir con él a Su Majestad todas las veces que se ofreciere, llevado con gran aparato, y con una comitiva numerosa de jinetes, a la iglesia mayor, y paseado enseguida en las calles de la ciudad. Desde ese día, esa cabalgata, que se repetía invariablemente cada año, pasó a ser la fiesta más popular y más concurrida de la Colonia.

las clases sociales tomaban parte en la celebración de esta fiesta; y los hombres de posición se empeñaban en ostentar en sus cabalgaduras, en sus armas, en sus trajes y en sus arreos todo el lujo que les era posible procurarse.

El cargo de Alférez Real pasó a ser uno de los más codiciados en la ciudad. A él cabía el honor de guardar en su casa el Estandarte Real.

Después de cuatro años don García Hurtado de Mendoza se retira de Chile, dejando regaladas todas sus pertenencias y donde están incluidos los caballos de uso personal, todos de gran calidad racial y arreglo, de los que suponemos habría entre ellos de la casta de los Guzmánez y Valenzuelas.

Historia del Caballo Chileno de Pura Raza – Cap.II

Por Arturo Montory Gajardo-Santiago-Chile.
Criador-Investigador-Historiador del caballo chileno.  (22 libros publicados).
Socio Asociación de Criadores de Caballos Chilenos de Llanquihue-Palena.
Propietario de criadero Paicavi.

Capítulo II

Juan de Cuevas. (1513-1591).

Primer criador de caballos chilenos con trascendencia y huella futura de 500 años y que además fue el  primer Alcalde de la ciudad de Santiago.

La  vida de don Juan de Cuevas, que fue criador de caballos, lo más valioso es su legado, que a través de todos sus herederos nos trasmite una afición y que llega por línea directa, hasta don Pedro de las Cuevas que es el más grande criador de la raza caballar chilena y de cuya crianza descienden el 90% de las líneas de sangre de los caballos actuales, hablamos del año 1542 al 2010, toda una proeza de selección racial, tal vez única en el mundo.
Fue sin duda en un principio, un criador en menor escala que el Obispo Rodrigo González de Marmolejo, pero a diferencia de aquél, por razones obvias, don Juan de Cuevas tuvo hijos y nietos que siguieron criando caballos y participando activamente en la historia del país, como se relata en detalle más adelante.
Para ofrecer una gran certeza en este punto tan importante para nuestro cometido, y que sea absolutamente fidedigno y al máximo documentado, adjuntamos parte de un extraordinario estudio llamado ”Familias Fundadoras de Chile” escrito por Julio Retamal Favereux, el cual basa su relato además de muchas otras fuentes, en los escritos de Tomás Thayer Ojeda, el estudio “La familia del Conquistador Juan de Cuevas” aparecidos en Boletines de la Academia Chilena de la Historia, en el año 1941.

Año 1540.

 “Origen y homonimias”.
“Dentro de las “Familias Fundadoras de Chile”, lo primero que debemos decir de la de Cuevas es que con las de Cisternas, Jofré y Riveros, comparten el gran honor de ser las familias más antiguas de Chile. 
El fundador de la que nos ocupa, Juan de Cuevas, entró al actual territorio chileno en abril de 1540 con Villagra para unirse a la expedición de Valdivia, con la que llegó al valle del Mapocho el 13 de diciembre de ese mismo año.
Los descendientes de Juan de Cuevas pueden enorgullecerse de tener sus raíces en el origen mismo de la patria.

Encomiendas y tierras.
El fundador  recibió encomiendas en Santiago en 1542, las que fueron reconfirmadas en 1546, alimentadas en tres caciques en 1549 y ampliadas en Cuyo y en el Maule en 1552.
Su hijo Luís heredó las encomiendas Maulinas de Vichuquén, Lora y Mataquito, añadiéndose las de Loncolmilla y Huenchumalli.
En cuanto a las propiedades agrarias, no encontramos mercedes de tierras hechas a la familia más bien de encomenderos urbanos, donde el primero terrateniente de envergadura lo es Juan Bautista de las Cuevas Oyarzun, séptima generación, la que accedió a las tierras de Tilcoco, próximas a Rancagua por su enlace con los Ramírez, siendo además dueño de las estancias de Huemul, Cailloma y San Francisco de Mostazal. 
La segunda rama, del Cachapoal, fue, al contrario, eminentemente agraria, con centro en Doñihue, donde destacaron como criadores de caballos, los conocidos cuevanos”.

Servicios y distinciones.

“El primer Cuevas fue vecino fundador de Santiago en 1541. Allí residió siempre, siendo regidor de nuestra capital es seis oportunidades y alcalde de la misma siete veces. Fue también corregidor en dos oportunidades, así como encomendero según se ha dicho.
Su hijo Luís de Cuevas, fue también alcalde de Santiago tres veces, regidor y alférez real una vez y corregidor. Fue encomendero en la región del Maule.
Su hermano Andrés se desempeñó como abogado de la Real Audiencia de Lima.
Entre sus descendientes figura Juan Francisco Cuevas Maturana que fue regidor y alcalde de San Fernando y Roma hasta 1953 y gran criador de caballos, su criadero era llamado “Talcarehue”.
En el arte y a la cultura, sin duda  alguna, la figura más conocida es la de Jorge Cuevas Bartholin nacido en 1885. Viajo a Europa en la década de 1920 y fue secretario de la legación de Chile en Londres.  Luego paso a Paris, en donde casó, en 1927, con Margaret Strong Rockefeller, nieta de famoso millonario John Rockefeller, de las familias más influyentes de los Estados Unidos. Jorge Cuevas, Cuevitas, intentó reivindicar el tirulo de Marques de Piedra Blanca, de Huana de la familia Cortes Monroy, pero aunque no lo logró, fue conocido desde entonces como el Marques de Cuevas. Adquirió el ballet de Montecarlo, al que rebautizó con su nombre y le dio importante figuración en Europa y América. Fue gran figura del mundo social parisino y falleció hacia fines de la década de 1950”.

Expansión de la familia.

“El apellido entonces lo continuó solo un nieto del fundador, Luís de las Cuevas Balcázar, cuya descendencia se divide en la rama de Santiago encabezada por su biznieto Francisco Atanasio de las Cuevas Astorga y los de Colchagua Bartolomé Bernardo de las Cuevas Astorga, su hermano. Éste originó la rama que podemos llamar del Cachapoal, por las extensas propiedades agrícolas que detentaron entre Rancagua y Doñihue.  De una hija de éste son nietos los próceres Carrera”.

Filiación continuada en Chile.

 Don Juan de Cuevas nació en 1513 a 1517, probablemente en Sahún, León, España.  Pasó a Nueva España por 1536 y estaba en el Perú en 1538 cuando se alistó para la conquista de los Mojos o Chunchos, selvática región al oriente de Lima.  Fracasada ésta pasó con el capitán Diego de Rojas  a la conquista de los Chiriguanos, en los llanos donde confluyen hoy Bolivia, Argentina y Paraguay, donde otra vez la naturaleza transformó la expedición en horroroso fracaso retrocediendo a Tarija.
Desde aquí con otros soldados bajó a Tarapacá a juntarse con Valdivia que iba rumbo a Chile.  Vecino fundador de Santiago el 12 de febrero de 1541, fue hecho encomendero en 1542, conservando su repartición de 1546, pero reducido a la mitad.
En 1549 le aumentó su encomienda con los caciques Andegualán, Guanuzalvi e Ibimalongo y en 1552 se le añadió Huachuraba y otros caciques del Maule y de Cuyo.
Fue regidor del Cabildo de Santiago en 1552, 1555, 1557, 1561, 1568, 1580 y 1586; fiel ejecutor en 1557; tenedor de bienes de difuntos de 1557 y 1564; alcalde en 1554, 1564, 1566, 1567, 1572, 1574 y 1590 y finalmente corregidor en 1575 y 1577.
Falleció en 1591 siendo uno  de los últimos sobrevivientes de la expedición conquistadora  de Chile en 1540.
 Era ya casado en 1552 con Catalina de Mendoza, hija del sevillano Andrés Jiménez, venido al Perú con Pizarro en 1531, asistente a la prisión de Atahualpa de cuya custodia fue encargado y de cuyo rescate percibió “cuatro mil cuatrocientos pesos de oro y ciento ochenta y un marcos de plata” en 1533; agraciado con “escudo de armas” en 1536, regidor de Lima ese año, vecino fundador de Arequipa en 1539, encomendero, regidor, alcalde allí en 1541, fallecido en la batalla de Chupas en 1542.
  La suegra de Juan de Cuevas fue Catalina de Mendoza Monteagudo. 
  Hijos:
 1.- Luís de las Cuevas Mendoza.
 2.- Inés de Mendoza.
 3.-María de Mendoza.
 4.-Andres Jiménez de Mendoza, nacido en 1599 en Santiago, alcalde de Santiago en 1584, abogado de la Real Audiencia de Lima en 1588, asesor del gobernador Sotomayor, corregidos de La Serena en1593, fiscal de la Real Audiencia de Charcas en 1604, teniente corregidor y juez de residencia allí, corregidor de Santiago en 1612 a 1615, auditor de guerra de 1615 a 1631,
 5.- Beatriz de Mendoza., monja Agustina en 1596.
 Luís de las Cuevas y Mendoza.
 (Nacido en 1555-muerto en 1629)
 Nació en Santiago hacia 1555. Regidor por Santiago en 1575, 1581, 1593 y 1614; alférez real en 1593 y alcalde en 1585, 1609 y 1616.
Nombrado capitán por el gobernador Sotomayor en 1590, sargento mayor por Vizcarra en 1598 y alférez general por nombramiento del gobernador Quiñones en 1599, participó en la guerra de Arauco hasta la batalla de  Laja en 1600.  Encomendero de Vichuquén, Loncomilla y Huenchumalli.
Corregidor por Santiago como su padre y su hermano Andrés desde 1627 a 1629 cuando falleció bajo testamento del 6 de junio de ese año.  
Casó con Mariana Balcázar, nacida en Santiago, hermana de Pedro y Cristóbal de Escobar Balcázar,  dichos hijos todos de Alonso de Escobar Villarroel, nacido en Puerto de Santa María, Cádiz, venido con su padre al Perú y con la expedición de Monroy a Chile en 1543., para custodia de los catorce mil quinientos pesos de oro que había invertido en la expedición conquistadora de Chile por Valdivia en 1540.
Alonso de Escobar fallecido en Santiago en Abril de 1574 fue el primer encomendero de Nancagua y Chimbarongo, tenedor de bienes de difuntos de Santiago en 1548, regidor en 1549, 51, 54, 56, 57, 61, 63, alcalde en 1552 y 1555 y fue casado con Beatriz del Alcázar, nacida en Las Palmas, Islas Canarias.
 Hijos:
 1.– Luís de las Cuevas y Balcázar.
 Nació en 1590. Residente de Santiago, en 1636. Teniente de capitán general. Se casó con Francisca Barba Cabeza de Vaca, hija del capitán Luís Barba Cabeza de Vaca y Mencia de Torres.
 Hijos:
1.– Francisco de las Cuevas y Barba
 Muerto en 1650.
  Residente de Santiago. Caso con Clara de Navia y Araya Berrío, hija del capitán Álvaro de Navia y Estrada y de María Magdalena de Araya Berrío.
 Hijo:
 1.- Nicolás de las Cuevas Navia.
 Capitán, que residió en Santiago.
 Casó en Diciembre de 1672 con Elvira Astorga Ureta, hija legitima del capitán Bartolomé de Astorga y Navarro, nacido en Santiago donde testó el 2 de octubre de 1634, casado en 1634 con Margarita de Ureta y Ordóñez, nacida en México, testada en Santiago el 16 de noviembre de 1649.
 Hijos:
 1.- Bartolomé Bernardo de las Cuevas y Astorga.
 Comisario general, dueño de la estancia Quinamávida.
  Casado el 15 de Noviembre de 1739 en Santiago con Agustina Pérez de Valenzuela y Ruiz de Peralta.
 2.- Francisco Atanasio de las Cuevas Astorga.
 Nacido en junio de 1675, y casó con en 1704 con María de Salas y Porras.
 Hijo:
 1.- Juan Bautista de las Cuevas Oyarzun.
 Nacido en 1730, fue capitán de Milicias de Cóinco en 1769.Sus restos fueron sepultados en la catedral. Dejó una cuantiosa fortuna, entre ellas la hacienda de Tilcoco, las estancias de Huemul, Cailloma y San Francisco de Mostazal.
 Hijo:
 1.- Juan Francisco de las Cuevas.
 Nació en Santiago el 20 de octubre de 1798 y fue bautizado en el sagrario el 8 de noviembre.
 Agricultor de Guacarhue, testó allí el 6 de febrero de 1825, falleciendo el 12 de febrero de solo veintiséis años de edad.
 En 1820 había sido retratado con su mujer por el pintor Gil de Castro.
  Bartolomé Bernardo de las Cuevas, tuvo cuatro hijos.
1.- Juan José Cuevas P. de Valenzuela.
2.- Bernardo Cuevas y P. de Valenzuela.
3.- Bernardo Cuevas y P. de Valenzuela.
4.- Javiera de Cuevas y P. de Valenzuela-.
 Juan José Cuevas P. de Valenzuela,
 Fue heredero de Doñihue y casado con Margarita de Cárdenas Oyarzún.
 Hijo:
 José de las Cuevas y Cárdenas,
 Criador de caballos muerto en 1821, y casado son Mercedes Guzmán y Garay.
 Hijo:
 Pedro de las Cuevas y Guzmán.
 Criador de los famosos caballos “cuevanos” en el Parral de lo Cuevas, muerto en 1870 en Doñihue y casado con Maria de la Cruz Bravo de Naveda Ahumada, casados el 28 de mayo de 1807.

Juan de Cuevas visto como agricultor y criador.

 Fue uno de los primeros empresarios agrícolas del país y además criador de caballos chilenos cuyo legado nos trasmitió a través de uno de sus descendientes don Pedro de las Cuevas Guzmán.
Don Juan además fue Encomendero en Santiago en 1542, cuya encomienda abarcaba los pueblos que ella comprendía, incluyendo Ñuñoa, Guechuraba y Principal de Maipú, siendo además  propietario de la estancia de Copequen y Angostura.
Entre otras encomiendas tenía la de las Minas de Chigualoco, ubicadas en una quebrada cerca de Los Vilos, y también Los Lavaderos de Oro de Choapa. 
Durante ese periodo tuvo un gran litigio con el Gobierno, por el pago de Réditos de un Censo (impuesto  que tenía que pagar por las encomiendas) el cual lo terminaron sus nietos luego de 50 años en que duró el juicio.
En Cédula publicada el 1º de Agosto de 1549, don Pedro de Valdivia  agregó encomiendas de  Juan de Cuevas, por sus servicios a la corona, la concesión de los dominios de los caciques Andegualén, Guazanavi, e Ibimalongo, la que aumentó con fecha 17 de Noviembre de 1552 con los pueblos de Cuyo (Argentina) Guechuraba, Loncomilla, Maule, Vichuqén y Promauches (Pomaire). El cabildo del 4 de Abril de 1554 aumentó estas mercedes con los indios de Topocalma.
Llegado a Chile el nuevo Gobernador don García Hurtado de Mendoza (fundador de la ciudad de Mendoza) quitó a don Juan de Cuevas la encomienda de Topocalma y Cuyo, y se las dio a Pedro de Castillo y Antonio Tarabajano.
Esta pequeña reseña de don Juan de Cuevas nos confirma la importancia de su labor política y las propiedades que manejaba. El no participó en la Guerra de Arauco, dedicando su tiempo y energía a sus múltiples labores  administrativas y empresariales. 

 Agricultor, industrial y criador de caballos.

 Nos dice la historia que:
Don Juan de Cuevas  en las encomiendas de Niltonquihua mantenía chacras, en Guenchumalli sembraba trigo, maíz, cebada, lino y cáñamo, además de criar ganado vacuno y mantener yeguadas las que eran cuidadas por indios “yegüerizos”. Además instaló una fabricación de Hilados de Lino con los cuales confeccionaba jarcias, enjalmas, sogas, lonas y sayas (ropa de vestir de donde viene el proverbio:  ”al que le quede el sayo que se lo ponga”). Todas estas faenas de confección se realizaban en edificios llamados Ataranzas.
En la encomienda de Loncomilla (Linares-límite Sur de Chile en esa época) construyó un Tambo, donde “paraban” los ejércitos que iban y venían de la guerra de Arauco, a los cuales proveía de provisiones y  caballos de su crianza, seleccionados especialmente para ello.
Don Juan de Cuevas tenía 1.047 indios en sus encomiendas distribuidos: 114 en Chigualoco, 37 en Niltonquinhua, 547 en Guenchumalli, 91 en Vichuqén y 258 en Loncomilla, por los cuales tenía que responder ante el gobierno central, el cual enviaba una comisión a recorrer al encomiendas y hacer un censo cada dos años.
En Pailaquén, zona ubicada dentro del pueblo de Niltonquihue tenia indios para sacar madera, guardar vacas y yeguas; en Vichuquén poseía lavaderos de oro y había plantado Viñas. En Loncomilla además de vacas y yeguadas, se fabricaban botijas y tinajas de greda, especiales para guardar vino y la cosecha de granos seca.
Desde  todas sus posesiones agrícolas e industriales, por medio de los indios llevaba a Santiago a vender la producción, en cada temporada y fue proveedor de muchos productos que se exportaban al Perú.   

Con estos antecedentes podemos afirmar que don Juan de Cuevas fue un gran empresario, trabajador, con gusto refinado, organizado, inteligente, visionario, lo que tempranamente lo llevó a seleccionar sus caballos, algunos para la guerra, otros para desfiles, montura y trabajo de campo, capacidad le sobraba para ello.
Cuando el gobernador don García Hurtado de Mendoza dejó Chile, seguramente don Juan hábil comerciante, se quedó con varios de los caballos, valiosos ejemplares que don García trajo para su montura personal de España y que eran de la mejor estirpe, entre los que se contaban Berberiscos, Andaluces, Guzmanes y Valenzuelas, Frisones Hannoverianos.
También a no dudarlo, adquiría productos criados por el Obispo González Marmolejo, ya de gran reputación.
Ambos eran proveedores de caballos para la guerra.

Dicen de él los historiadores:
“Don Juan siempre trasladaba a su chacra en Ñuñoa, los ejemplares más valiosos nacidos en todas sus encomiendas, lo que indica que seleccionaba sus caballos, y que no se reproducían libremente sin un destino concreto”.

Debe haber sido un gran zootecnista porque sus herederos aparecen en la historia ligados a hermosos y valiosos ejemplares, además los caballos útiles para la guerra deben haber cumplido una buena cantidad de requisitos o exigencias morfológicas y de temperamento. 
Falleció en 1591, siendo uno de últimos sobrevivientes de don Pedro de Valdivia. 

Familia de criadores de caballos.

En la huella del padre.

Su hijo don Luís de Cuevas y Mendoza nació en 1555 y falleció en 1629, regidor, alcalde de Santiago y participó en las guerras de Arauco, fue encomendero de Vichuquén, Loncomilla, Huenchunalli, Lora y Mataquito. Le sucedió su hijo  don Luís de Cuevas Balcazar, nacido en 1590 y fallecido en 1636, fue teniente capitán general, y encomendero en Vichuquén, Guenchumalli y Loncomilla desde donde sacó una parte de los indios y los trasladó al pueblo de Pomaire, para formar con ellos  una encomienda donde fabricar jarrones y vasijas (este pueblo y su artesanía siguen siendo una gran atracción turística en la actualidad).

Hijo del general  don Luís de Cuevas y Mendoza fue don Juan de Cuevas Balcázar, nacido en 1600 y fallecido en 1638, gran criador de caballos, capitán, en cuya sesión del cabildo de 10 de mayo de 1630,  ordenan comprarle “el mejor caballo del reino” para regalarlo al nuevo Gobernador don Francisco Laso de la Vega, presidente y gobernador de Concepción.
Según costumbre de la época, se agasajaba con lo mejor al recién llegado, lo que estableció una gran competencia por criar excelsos caballos de montura y además muy lujosos, lo que ayudó sin duda para seleccionar los reproductores. Eran caballos criados en pesebreras, comiendo granos, los mejores pastos además de “arreglarlos” prolijamente a la usanza de esos tiempos.
Cuidados por los yegüerizos antepasados de los “petiseros”.
En esos tiempos alimentaban  los caballos con cebada, avena, maíz en grano y hojas verdes, para darles “mayor fuego” según decían.
Era necesario ser un gran jinete para mantenerse firme arriba de esos caballos,  debido a la fogosidad de su temperamento, que era natural y ayudada por la alimentación especial.
Su descendiente como más arriba de explica,  don José ya era un conocido criador de caballos, heredados de sus antepasados, que con rigurosa selección criaron en sus propiedades agrícolas.

Don José es el padre de don Pedro de las Cuevas Guzmán, el criador más trascendente en la historia de nuestra crianza.
Lo interesante al seguir esta relación de familia es confirmar que es una  “vocación común y hereditaria la crianza de buenos caballos”.  Es aventurado en demasía afirmar que dichos caballos también siguieron reproduciéndose de padres a hijos dentro de las crianzas de la  familia Cuevas, pero sí es seguro que adquirían y criaban ejemplares de selección por ser personas de gusto, exigentes y muy bien relacionados, lo que se puede apreciar los cargos que ocupaban.   

Don Pedro de las Cuevas y sus caballos “cuevanos”.

Bibliografia: Uldaricio Prado en 1920.

“Las cualidades y características que han podido distinguir al caballo chileno en los comienzos del Siglo XIX, no han sido sino el resultado de circunstancias especiales derivadas de causas, se puede decir naturales, en las que la dirección inteligente de la mano del hombre, no desempeñó el papel preponderante  que le correspondía. Sin embargo, algunas de estas causas influyentes que llegan hasta determinar cierto tipo en el motor animal, con caracteres morfológicos bien manifiestos, y que permiten distinguir en los caballos  las actitudes que pueden tener para sus diferentes aplicaciones útiles del trabajo, vinieron a ser ejercidas por la persona de un distinguido aunque rústico, campesino chileno, que se llamó don Pedro de las Cuevas.
Dotado este excelente hombre de campo, de un instinto admirable para todo lo referente a la crianza de caballos, se propuso hasta conseguir fijar las características de los tipo dentro de la función mecánica que cada motor- caballo debía desempeñar, haciendo de cada uno una especialidad, que le permitía reproducirlos dentro de una  estricta selección y con un propósito bien determinado que él  ya preveía con su clara inteligencia, la clase de animal que le resultaría de tales combinaciones.
Los procedimientos zootécnicos que la ciencia moderna ha conquistado a la biología animal, para hacer del caballo, el tipo que el hombre necesita para ayudarle en sus necesidades de la vida, no fueron desconocidos por el señor Cuevas y al efecto, como lo veremos, una gimnástica constante e inteligentemente aplicada, una selección rigurosa de  los reproductores y una alimentación adecuada, fueron en sus manos practicas hábilmente combinadas, que dieron por resultado los tipos de caballares mas escogidos y de las mejores cualidades que podía desearse en los tiempos de caballo de silla de su tiempo.


La inclinación natural y el gusto por los animales, como sus actitudes innatas a la zootecnia, hicieron que don Pedro Cuevas extendiera sus prácticas de mejoramiento a otras especies, fuera de la caballar, así se recuerda hoy día con admiración, los enormes bueyes que este hacendado hacia producir a su ganado vacuno y las hermosas vacas lecheras que mantenía en sus potreros.
Aun mas llegó a conseguir, según la crónica lo refiere mulas de carga con andaduras braceadas, que por su elegancia en conducirle su equipaje, cuando el señor Cuevas iba de viaje, causaban la sorpresa de todos, los que veían pasar a tan apuesto caballero, que adelante caminaba montado a su vez en un soberbio potro.

La base de sus crianzas caballares, parece que la constituyó al principio, según lo indica su testamento, que hemos tenido la ocasión de leer, con yeguas que heredó de su padre don José de las Cuevas, y aumentadas después por razones que nos indican  las estrechas relaciones de familia que a fines del siglo XVIII (1700) existían en este centro formado por Doñihue, Parral, Carén y Quilamuta, según lo hemos dicho, donde se criaban los mejores caballos del país.
Es natural suponer entonces que de Quilamuta, Alhué, Carén fueran las yeguas y aun algunos de los reproductores que don José de las Cuevas, dejó a su único hijo y que este consiguió mejorarlas hasta el punto de ser los  animales más famosos de Chile, durante la primera mitad del siglo pasado. (1800-1850).
Entre sus numerosos y excelentes caballos, el señor Cuevas, había conseguido fijar tres familias o castas distintas entre si, por sus funciones económicas o aptitudes de motor animal, para los servicios de la silla.
Estas tres familias se constituían cada una de tipos bien definidos con caracteres propios y determinados, que podían diferenciarse fácilmente y en los que la belleza de las formas, de ninguna manera era sacrificada a su estructura y disposición de los órganos esenciales adaptados al género de trabajo que se necesitaba obtener del motor-caballo.

El principal tipo que don Pedro de las Cuevas parece haberle dedicado mayor atención, fue el del  caballo ligero y veloz para la carrera, afición que constituyó en él una verdadera especialidad de su tiempo, a tal punto, según la tradición lo recuerda, que sus caballos “pellejeros”, como él los llamaba, una vez en la cancha eran temidos y reconocidos como inganables, resignándose muchas veces a dar ventaja enormes como la de no prepararlos especialmente o bien obligarse de darle una o dos revueltas en el momento de recibir la señal de partida para emprender la veloz carrera.  De otro modo no podía tener el placer, de ver emplearse a sus animales en estas luchas ecuestres que él tanto apreciaba.
El reproductor que le proporcionaba a don Pedro de las Cuevas estas maquinas de velocidad de llamaba El Caldeado, y algunos dicen El Quebrado.
Según los datos conservados por recuerdos personales y  referencias que de han encontrado en comunicaciones escritas de sus amigos.
El Caldeado, a su velocidad, reunía condiciones de temperamento, de docilidad e inteligencia extraordinarias, aun tratándose de una raza, como la chilena, que las poseía en alto grado y en una época en que los ejemplares sobresalientes eran comunes.
Su conformación, en general no era armoniosa y mucho menos perfecta que pudiera decirse fuera la de un bonito caballo.  Adolecía de un cuello algo tosco, cabeza cargada y poca esbeltez, en sus líneas generales.  En cambio, poseía una formidable musculatura.
El Caldeado, tuvo una larga descendencia y muchos de ellos después actuando como reproductores, se distinguieron en haber generado individuos que se hicieron notables por su aptitud a las carreras y como caballos excelentes de montura.
La agilidad en los movimientos ha sido una característica especial de ellos, unido a una docilidad y mansedumbre a toda prueba; como bien tendremos ocasión de verlo, cuando tratemos en particular de algunos reproductores de fama de cuya existencia se conserva una  fresca  memoria.
 
El segundo tipo de otra casta que este insigne criador mantenía en su propiedad, lo formaba un caballo más basto y grueso que el anterior, de formas redondas y musculosas, de cierta talla, próxima a las siete cuartas y dotado de andaduras muy elegantes y levantadas, que hacían una vistosa presencia en el animal.  Estos eran los caballos trotadores de brazo, a que nos hemos referido anteriormente, apropiados para paseos y para lucir a su jinete en las fiestas del pueblo.
Los mas de los hacendados que descollaron en ese tiempo por sus caballos lujosos de este tipo, habían obtenido sus ejemplares del criadero  de don Pedro de las Cuevas como don Leonardo Portales, Rafael Martínez, José Miguel Carrera, Manuel María Figueroa, Enrique Campino y señores Calvo de Rancagua que por relación de amistad, los conseguían muchas veces, de generosos obsequios, por parte de su dueño o bien a precios convencionales, pues el señor Cuevas avaluaba sus caballos generalmente como una mercadería que no podía tener cotización en el comercio usual de esos tiempos.
Así se explica que uno de ellos, por el cual se interesó el gran hacendado de Bucalemu, don Manuel José Balmaceda, el famoso caballo Dije, le costaría muchas vacas y muchos bueyes, para conseguirlo.
El mejor caballo de esta clase que tuvo don Pedro Cuevas, en los últimos años de su vida, se lo dejó en legado testamentario al señor Rafael Martínez de la hacienda Paine,  que fue después el “tronco origen” de una reconocida familia caballar, “la painina”, de cualidades sumamente apreciadas por todos los hacendados del país.

La tercera clase de caballos que produjo este gran criador del siglo XIX (1800) y cuyas descendencias son el justificado orgullo de los dueños de criaderos de hoy día, en poseerlos por un origen mas o menos directo, la formaba una categoría de los productos obtenidos de los tipos especializados anteriores y que ya sea por razones de herencia o por otras causas accidentales, como individuos, no podían pertenecer a los grupos distinguidos que su dueño deseaba hacer figurar.
Esos caballos de talla menor, poco aptos para la cancha o no suficientemente lucidos en sus andaduras, eran , sin embargo, los mas esplendidos motores, apropiados a las faenas agrícola del rodeo y del trabajo del hombre de campo, por su docilidad de rienda, su valentía y coraje para vencer los obstáculos naturales de los suelos accidentados o de los torrentosos ríos que atravesaba entonces, los apenas, marcados senderos llamados caminos, que comunicaban una hacienda con otra o una aldea como Doñigue con la capital del departamento, a cuyos puntos había necesidad de llegar, por imposiciones obligadas de  los tiempos y de las costumbres de la época.

Entre éstas, es necesario tener presente que el criador de animales como el señor Cuevas, era siempre un propietario rural, que por la situación de sus haciendas y otras causas, propias al grado de civilización , que tenia el país a mediados del siglo pasado, (1850) nacía vivía y moría en su terruño, no acudiendo a los poblados, sino por quehaceres urgentes (diligencias como se decía entonces) de modo que su existencia y su actividad de hombre de trabajo se ejercían en intima unión con los compañeros inseparables y necesarios para su mantención, como eran los animales, instrumentos indispensables que les ayudaban en sus pesadas faenas agrícolas o de medios favoritos de distracción que le servían para romper la monótona existencia de  la vida del campo.

Así se comprende esa vigilancia directa de sus poseedores interesados para formar de sus animales domésticos, los tipos más perfectos para obtener de ellos, las funciones económicas más ventajosas según  sus especies; de aquí los enormes bueyes y las productivas vacas lecheras, la multiplicación constante de los ganados y las bondades de los caballos fieles servidores del campesino de antaño.
Las haciendas en donde el señor Cuevas ejerció durante toda su larga vida de agricultor, tan útiles como benéficas influencias para el caballo del país, estaban situadas, una a orillas del Cachapoal, cercana al pueblecito de Doñihue en el departamento de ese entonces (1860) de Rancagua, hoy de Cachapoal, y se llamaba El Parral al que se le añadió, todavía, el distintivo de Lo Cuevas, que hasta ahora conserva el recuerdo de su apellido.


La otra propiedad, estaba situada en el lugar de Los Linderos, limites, entonces de los departamentos de la Victoria y de Rancagua, de la provincia de Santiago y se llamaba La Posada, cuyos deslindes eran los siguientes: al oriente con propiedad de don Juan Moreno; al poniente con el camino público; al norte con propiedad de don Miguel Campino, camino por medio; y al sur con fundo de don Rafael Larraín.
(Acta de comparendo “herederos” de don Pedro de las Cuevas, agosto de 1862, Rancagua).
Esta propiedad la conservó don Pedro hasta su muerte y sus herederos remataron en pública subasta el arriendo de ella, junto con la parte que el señor Cuevas le había vendido a don Ramón Lavín, por tres años.
Se le llamaba por su dueño La Posada, como indicando que era el punto obligado de su alojamiento, cuando, alguna rara vez, debía hacer un viaje a la capital.
Don Pedro Cuevas vivió 86 años, pasando la mayor parte de su vida en la hacienda El Parral, donde dejó de existir el 28 de marzo de 1861, según consta de los documentos, (fe de muerto y su testamento, que se encuentran entre los archivos de la notaria de Rancagua).
El año de su nacimiento fue por lo tanto el de 1775 y fueron sus padres, don José de las Cuevas y doña Delfina Guzmán.
Testamento de don Pedro de las Cuevas.
Extracto:
Ítem: “lego a mi amigo don Rafael Martínez, el mejor de mis caballos, el que en mi concepto lo es, el tordillo negro, trotador, que conoce mucho mi nieto José Manuel”.

La Silla de Montar: de Lado o con cuerno

Basado en escritos de Georges Harrand.

La Monta a lo Amazona Huasa ha tomada un gran auge actual, tanto así, que esta integrada al Reglamento del Rodeo Chileno y Movimiento a la Rienda, y esta temporada clasificó a Final de Rancagua Gabriela Balmaceda y se convirtió en la primera Campeona Nacional de la especialidad.

También existe una Escuela Ecuestre llamada “Amazonas de la Tradición Chilena” que efectúa exhibiciones.

Nos dice el investigador Georges Harrand, sobre el nacimiento de esta silla de montar:

Al principio, el Renacimiento no trae más que muy pocos cambios en, los arreos; sin embargo, se ve aparecer en el siglo XVI la “silla de picar”, que todavía encuadra sólidamente al jinete, pero corresponde mejor a las necesidades de la época. Durante cerca de dos siglos servirá de silla de armas y de silla de caza.

La contera y la parte anterior de la silla son bajas, a veces provista de dos cinchas, esta silla esta por lo demás sujeta por un pechero y una grupera.

Resta pieza fue de uso corriente hasta el siglo XVIII, en que se desarrolla el empleo del estribo cerrado que protege la parte anterior del pie contra los golpes y la intemperie. También es más fácil de sacarse en caso de caídas.

Junto con estas sillas utilitarias, los altos personajes empleaban en algunas circunstancias, “sillas de parada”, así François de Valois, duque de Bretaña, en el que en un retrato de la escuela de Clouet aparece sobre una silla que desapa3ece bajo una larga cubierta que llega hasta casi el suelo, aislando completamente los flancos del caballo de las piernas del jinete.

A fines de la Edad Media, cuando las mujeres del pueblo y a menudo las burguesas cabalgaban a horcajadas, las damas más nobles adoptaron el uso de una especie de asiento de tres lados, por debajo del cual los pies descansaban sobre una tablilla.

Todavía en 1454 se ve a la reina María de Anjou sentada en cojines ala grupa detrás de un jinete, muy probablemente Carlos VII.

Es Catalina de Médicis la que inventó la “Silla con Cuernos”, que sujetan la pierna derecha doblada y provista de un solo estribo acolchado; en 1561 el platero menciona que se proporciona un estribo cerrado para el pie izquierdo.

Según Brantome, esta silla tuvo mucho éxito. La reina dice “estaba muy bien a caballo y era audaz y se mantenía con mucha gracia, siendo la primera que pusiera la pierna sobre el arzón, tanto que la gracia allí era aún más bella que sobre la tablilla”.

Comienzo de la selección del Caballo Chileno de Pura Raza en 1700

Capitulo III

Bibliografía: Escritos de 1760 del padre jesuita Miguel de Olivares sobre la Agricultura de Chile.

De los ganados i minas de este reino de Chile.

“En la abundancia de todas especies de ganados, i de los individuos de cada especie, no sé haya región alguna que exceda a esta, i sé que ella excede a las mas común i próvida madre de todas las especies  doctrinales que crió la bondad de Dios para mostrar sus cariños con el hombre, en la solicitud de sus comodidades, a todas las produce”.

“Conocer tan increíble la copia de estos ganados en este Reino, aun fuera mayor  si la desestimación no influyera en el descuido, i porque algunos con errado dictámen entendiendo con superficial cuidado, a los animales que nos mantienen con sus carnes o visten son sus lanas o sirven para el tiro, o la carga, o lo colocan el esmero en la cría i educación de los caballos, i es cierto que la noble calidad de las de este reino disculpa la demasiada afición que les tienen los naturales.

Son admirables en la celeridad de la carrera, en el aguante al trabajo, en el brío de acometer  los riezgos, en el garbo del movimiento, en la prontitud de coger i deponer el coraje, en la docilidad de la obediencia i en la hermosura de la forma.  
Para la cría de éstos elijen dueños de haciendas, las yeguas de mejores de la raza, de mayor corpulencia i mayor talle, con un caballo de padre de calidades sobresalientes i experimentadas.

Los potros que nacen se amansan, en edad de tres años; i desde luego los acostumbran a los trabajos mas duros de la hacienda, que son aquí ordinariamente cuidar las vacadas, en que los toros i novillos de mas indómita ferocidad dan harto ejercicio al valor i paciencia de los caballos, porque para todos los usos de esta calidad, se valen aquí vulgarmente del instrumento que llaman lazo, que es correa gruesa i retorcida de cuero de toro que atada por una  extremidad  la cincha o pescuezo del caballo, sirve en el otro estremo para enlazar i sujetar los animales mas indómitos.

Este ejercicio no solo sirve para amansar los caballos sino para conocerlos; aquí se vé el garboso, el suelto, el que se precipita a  mucha carrera a  la amenaza de la espuela o amago de la vara, i que hace mas regulares los jiros a la obediencia de la rienda, i cualquiera otra calidad estimable, o al contrario; i después de conocida su índole se aplica a aquellos destinos; para que es mas proporcionado.

Los de naturaleza mas mansa i noble, se reservan para la silla de dueño de la hacienda i ántes de llegar a eso los entretienen en otra mas pulida enseñanza, a los no tan buenos se dejan en el mismo ejercicio de cuidar las vacadas o se les educa otro alguno a su plebeya cualidad.

Los mejores lo son en tanto grado, que llegan a venderse en 400 pesos i algunos en 1,000, que es mucho precio en pais en que abunda tanto esta especie de brutos i aun se han conducido a la Europa para regalarlos a los Príncipes, haciéndoles caminar por tierra centenares de leguas, i muchas mas por mar; a tan alto aprecio sube el justo aprecio de su excelencia.

Pero el sufrimiento al trabajo i robustez de estos animales, llega a tocar en lo increíble, i no se puede escribir sin el recelo de no hallar fé en los lectores.

Hai caballos que con el peso de un jinete robusto i de una silla no liviana caminan en doce horas cincuenta leguas”.

Desde estos remotos tiempos el caballo chileno se cuidaba, seleccionaba y adiestraba, tanto en la rienda como en lo vaquero, por lo cual su morfología, rusticidad, memoria e instinto resero se hizo tan fuerte y marcado luego de más de 30 generaciones hasta la actualidad.

En Chile nunca existieron manadas de caballos salvajes.

Del entretenimiento de carreras de caballos i apuestas en ellas.

“En todas las jentes i naciones se van los hombres naturalmente tras de sus divertimentos, porque bien advertidos de la mísera condición de su trabajosa vida i del pesado yugo de afanes, la heredada infelicidad de los primeros autores del linaje humano, procuran aliviar su dura servidumbre con divertir sus cuidados i aliviar sus afanes; por cierto no mal como que se tomen con moderación; los entretenimientos entre todos los de este Reino, es el mas célebre el de las apuestas en carreras de a caballos, en que arriesgan personas de ámbos sexos i de todos estos, parte grande o pequeña de su caudal, según su animosidad o su posible; los que viven en el campo aunque sean sujetos principales, no tienen rubor de aparecer públicamente en esta apuestas, i aun sus mujeres cojen partido i ponen en apuestas sus mismas manillas ahogadores i arracadas; en las ciudades i pueblos hai el mismo afecto a estas cosas, interesándose así mismo personas principales, aunque las de muchas calidad  con algún recado, i haciendo sus apuestas por mano ajen.

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Hai particular que llega a poner en riezgo 800 i 4,000 pesos, pero el cúmulo de todo lo que se arriezga de cada parte, suele llegar a muchos millares, porque hai en esto mui empeñada emulación, de unos pagos i partidas con otros; i aun las ciudades están divididas en bandos i parcialidades con tanta lealtad de los compañeros, que el mudarse de una a otra lo tienen por mal caso i mui reprensible; i aun el dejar de apostar grueso aun cuando llevan tragada la pérdida, solo porque es empeño de los confederados, i qerrán que hagan compañía en el riezgo.

En el vicio de la carrera que se supone ha de ser una estendida llanura, fabrica la jente sus barracas de ramas cuanto basta para morada subitánea de cuatro o cinco días que allí asisten, no faltan como en los ejércitos vivenderos que negocian en cosas de comer i beber.

Luego que se asientan éstos como reales se pasa a hacer las apuestas i conciertos, a que asiste muchas veces algún juez o teniente para darles firmeza con su autoridad, i evitar los tumultos a que era espuesta la confusa muchedumbre, dando media el interés i se hace poco lugar la razón i equidad; el espacio de la corrida es mui vario, de pocas o de muchas cuadras i aun de leguas que a veces llegan atrás; la cuales corren estos valientes brutos con tanta pujanza al fin como al principio, dando indicios no oscuros e que también aspira al vencimiento, como que tuviera lugar en ellos el apetito de la gloria; hai caballos que cuando el contrario se les adelanta, hacen una corta interrupción i le relinchan como manifestando el deseo de acercársele, lo que suelen conseguir echando todo el resto de su velocidad.

Mas en lo que pertenece a su mucho aguante, diré lo que yo mismo he visto, en la misión del viejo Tucapel, .en que yo existí algunos años, están juntos indios i españoles i tiene entre si mucha competencia en estas apuestas.

La carrera ordinaria es la que se hace desde Tagl Tagl hasta el nacimiento de un arrollo llamado Guillinco, espacio como de dos leguas largas i su plan es en esta conformidad;  desde el río Tagl Tagl hasta una meseta que se ofrece, hai dos cuadras de recuesto mui penoso, de ahí adelante se ofrecen otras dos cuadras de llanura mui igual i como anivelada; desde allí hasta dar vista a la casa de nuestra misión, hai otro repecho no tan empinado como el primero, de cinco o seis cuadras; desde dar vista a nuestra casa hasta emparejar con ella hai una baja como de tres cuadras, desde ahí se corre largamente por vereda igual, solo interrumpida de algunos pequeños túmulos.

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Acabada esta arrea se comienza a subir casi insensiblemente, luego se empina mas de recuesto  hasta que se acaba en un agrio reventón como de tres cuadras.

Todo esto aguantan de correr pujantes muchos excelentes caballos; i si alguno dudase dar pleno ascenso a nuestra relación, conjeturando que lo mas de esto que llamamos carrera será galope, por parecerle poco semejante a la verdad que la veloz carrera de un bruto dura por tanto espacio i por caminos tan desiguales, les decimos que no crean demasiado a sus conjeturas, i que se  persuada que hai muchas cosas existentes que parece están fuera de la esfera de lo posible nuestra esperiencia ocular, es que saliéndoles a los caballos principales otros mas lerdos que estaban de parada, si los acompañaban una cuadra o poco mas; de ahí adelante comenzaban a quedarse atrás, lo que parece manifiesta que era carrera abierta la de los caballos principales.

Fue famoso un caballo tordillo de los españoles llamado el Manco, no porque lo fuese, sino porque le habrían labrado a fuego la manos. Ese ganó infinitas carreras i dio mucha plata a sus amos i los compañeros de ellos con un tesón increíble.

Era de tan poca velocidad que en ella se le adelantaban los mas de los caballos; algunos dejaban atrás cuatro o cinco cuadras; mas él nunca descaecía i siempre iba acercando mas i mas al contrario, hasta que en cierto término que ordinariamente era en derecera de nuestra casa, lo esperaba a pasos tan del todo que quitaba la esperanza de darle alcance.

El cacique Millahusigue i los indios tenían excelentes caballos, i buscaban otros de mucha fama por la velocidad i tesón; pero con vana diligencia porque nunca conseguía sino salir perdido cuando corrían el Manco.

Así mismo han sido famosos en esta calidad el Siete Colores en la Laja, el Rabicano de Godoi en Chillán, i éste corrió bien hasta 24 años, el Ballo de Leal, en Arauco, el cantor i el Madriña en el Maule, i otros infinitos que fuera largo el contar”.

Fotos del Hospital y lugar donde se desarrolló esta historia relatada por el padre Olivares.

Aquí el padre Olivares relata una afición que se mantiene hasta la actualidad y con bastante auge en los pueblos de norte a sur del país y suburbios de Santiago, pero ahora solo se corren entre 200 a 150 metros de distancia, no carreras largas. Pero las apuestas siguen exactamente igual.

El lugar descrito por el padre Olivares donde se desarrollaban las carreras es en Cañete, donde los nombres de los lugares se mantienen.

Lamentablemente  ninguna Placa ni Monolito recuerda este episodio en la zona descrita, y curiosamente en ese mismo lugar en Cañete estuvo ubicada la “cancha de carrera” oficial del pueblo, lugar donde hoy se construyó el moderno Hospital llamado Hospital Intercultural Kallvu Llanka de Cañete que está diseñado de la forma de una aldea mapuche.

Los Caballos en la España de Finales del Siglo XIX

© 2018 Luis Miguel Urrechu

BOLETÍN DE VETERINARIA.

CATEDRÁTICOS DEL COLEGIO, Don Nicolás Casas y don Guillermo Sampedro (1.846)

«Los caballos de España, que en otro tiempo fueron los más apreciados en toda la Europa por su extremada gallardía, por su ligereza, gracia y firmeza en sus movimientos han llegado a un estado de decadencia tal, que apenas se ven algunos vestigios que demuestran lo que fueron las razas antiguas de quien descienden; tal es el estado de abandono a que ha llegado la cría caballar. Y a pesar de que el gobierno parece hacer algunos esfuerzos para mejorarla, creemos que nada conseguirá según los primeros pasos con que inaugura la perfección de este ramo de riqueza. A pesar de todo, podemos colocarlos en la escala después de los berberiscos.

En sus formas exteriores se observa que tienen el cuello largo y grueso y con muchas crines; la cabeza bastante abultada y carnosa, y es en lo que más se distingue la degeneración de las razas antiguas, donde por la pintura y escultura vemos que las cabezas eran pequeñas y descarnadas; las orejas largas pero bien situadas; los ojos fogosos; el continente era noble y fiero; las espaldas llenas; el pecho ancho; los lomos un poco bajos; los costillares redondos y el vientre abultado por lo general; la grupa redonda y por lo común ancha; las piernas hermosas y con el pelo liso y lustroso; el tendón de la caña bastante aparente; la cuartilla generalmente larga, como los caballos berberiscos; los cascos lisos, lustrosos y bastante flexibles.

Los caballos que se conservan en España de buena raza -en este siglo XIX- son anchos y bien formados, aunque de poca alzada; sus movimientos libres y con mucha desenvoltura y orgullosos y se miran a su sombra envaneciéndose de su belleza. El pelo más común es el castaño y el negro, aunque los hay de todos colores, y en esta parte, es tal la preocupación de los aficionados que cada uno da la preferencia a tal o tal pelo creyéndolos de mejores cualidades que los demás; pero puedo asegurar que hay caballos de mucho mérito con cualquier color que tenga el pelo. La diferencia en el color de la piel de un caballo no parece que tenga ninguna relación con su buena o mala índole ni con la propensión a adquirir malos resabios, porque en todos los pelos los vemos nobles y con malas intenciones, lo que puede servir de desengaño a los preocupados.

Los caballos criados en la Andalucía alta (Siglo XIX) pasan por los mejores de todos, aunque generalmente tienen la cabeza demasiado larga; pero puede disimularse este defecto a favor de sus buenas cualidades, tales como el valor, docilidad, gracia y firmeza en sus movimientos, por lo que se prefieren a todos los demás caballos del mundo para la guerra y para lucir en los circos y en los picaderos.

Las Andalucías son las provincias que han producido mejores caballos en España, por su clima y por sus buenos y nutritivos alimentos, siendo además el país donde hay más inteligencia para la cría caballar y donde se hace con más esmero; pero debemos advertir que no todos los caballos andaluces reúnen las mismas cualidades ni son igualmente útiles para todos los servicios.

Todos los inteligentes convienen en que los caballos criados en el reino de Jaén son los mejores para remontar el ejército; pero puede asegurarse (aunque con sentimiento) que la cría caballar ha dado fin en este reino y sólo se conservan algunos restos.

Los caballos cordobeses son finos e irritables, y es donde todavía se conservan con alguna abundancia, efecto de sus muchas dehesas, pastos y hermoso clima, por lo que se los prefiere a los demás para el uso del picadero y para el recreo de las personas que tienen gusto en educarlos y servirse de ellos en los paseos públicos de las capitales.

Los de Sevilla (Siglo XIX) son de gallarda estampa, particularmente los que se crían en Jerez de la Frontera; pero en lo general, estos caballos son algo flojos y sus cascos desparramados y estoposos, por lo que se deshierran con facilidad; siendo (a pesar de su mayor alzada) menos preferibles para los militares que los anteriores.

Los caballos criados en el reino de Granada son por lo común de poca alzada, pero fuertes y sufridos en el trabajo, advirtiendo que los que se crían en la vega son de poco mérito y escaso valor.

También se encuentran en Extremadura (Siglo XIX) algunos caballos buenos procedentes de las antiguas castas reformadas por los cuidados de algunos señores aficionados a mejorarlas; pero los caballos extremeños, aunque fuertes y sufridos, escasean mucho en el día, y lo mismo sucede en las provincia de la Mancha, donde sólo se van algunos restos y donde se ha destruido la cría caballar por destinar las mejores yeguas al uso de garañón. Somos sin embargo de la opinión que pueden criarse buenos caballos en otras provincias de España, como veremos por los resultados que vayan dando algunas yeguadas establecidas de poco tiempo a esta parte».

Fuente: https://cosasdecaballos.com/caballos-en-la-espana-del-siglo-xix/

El caballo de Vogelherd, la Escultura de un Equino más antigua del mundo

El caballo de Vogelherd | foto Museum der Universität Tübingen MUT en Wikimedia Commons

El 23 de mayo del año 1931 el historiador Hermann Mohn encontró unas piedras fragmentadas por el fuego cerca de una necrópolis neolítica en el valle de Lone, cerca de la ciudad de Niederstotzingen (Baden-Wurtemberg, al sur de Alemania). El 4 de julio de ese año volvió al lugar junto con Gustav Riek, descubriendo una abertura en la roca que conducía a una cueva en la que había rastros de ocupación paleolítica.

Riek realizó las primeras excavaciones en el interior de la Cueva de Volgelherd durante las que se encontraron varios artefactos de distintos periodos. Los más antiguos correspondían al período interglaciar Riss-Würm (hace unos 140.000 años), y los más recientes al neolítico.

La primera excavación oficial de la cueva fue realizada en 1978 por el arqueólogo Eberhard Wagner, y posteriormente numerosos especialistas realizaron exámenes del yacimiento y de los materiales recogidos por Riek y su equipo en la década de 1930. A partir de 2005 se hizo cargo del yacimiento la Universidad de Tubinga, cuyos análisis depararon interesante y abundantes sorpresas.

La cueva de Vogelherd vista desde el interior | foto Thilo Parg en Wikimedia Commons

Por ejemplo, se cribaron y limpiaron los sedimentos extraídos por Riek que se habían acumulado frente a la entrada de la cueva. Resultaron contener 297 kilogramos de fósiles, 128 kilogramos de marfil de mamut, 44.000 objetos de piedra y 68.000 lascas. Además de varias figurillas e incluso huesos humanos que tienen una antigüedad de unos 5.000 años.

En esos mismos sedimentos entre los años 2006 y 2007 se encontraron pequeñas esculturas que representan un mamut y un torso de león de las cavernas, tres fragmentos de flautas de hueso y marfil, y unas 350 cuentas del período Auriñaciense.

El caballo de Vogelherd expuesto en el museo | foto Thilo Parg en Wikimedia Commons

Algunos de los objetos líticos encontrados, que datan del Paleolítico Medio, indican que la cueva pudo haber sido ocupada inicialmente por neandertales tardíos.

Hasta la actualidad en la cueva se han encontrado 11 estatuillas (diez de ellas de marfil de mamut), unos 350 objetos de adorno, tres flautas y un grabado de un oso de las cavernas. La mayoría de las figurillas pertenecen al período Auriñaciense y se encuentran entre las obras de arte figurativo más antiguas realizadas por la humanidad.

Entre ellas está la figura de un caballo salvaje representado con la cabeza inclinada (al que le faltan las patas, cortadas a la altura de los muslos). Se le denomina el Caballo de Vogelherd y se ha datado en unos 32.000 años de antigüedad, por lo que se considera la escultura de un caballo más antigua conocida.

Otra vista del caballo de Vogelherd | foto Wuselig en Wikimedia Commons

La pequeña pieza tiene 4,8 centímetros de largo por 2,5 centímetros de alto y 0,7 de ancho. Tiene un cuello relativamente largo, con una cabeza que Gisela Freund ha definido como muy finamente tallada, una de las más bellas cabezas de caballo del Paleolítico. Al igual que algunas otras de las figurillas encontradas en la misma cueva, tiene incisiones apenas visibles en forma de X desde la cabeza hasta la cola.

La pieza está rota a lo largo del eje longitudinal, por lo que solo es visible en medio relieve. Los expertos creen que esta ruptura fue intencionada por su autor en el momento de tallarla. Por el aspecto grácil que tiene la figura también creen que el escultor quiso representar un Equus caballus germanicus o caballo selvático (una subespecie de caballo prehistórico) en lugar del caballo de Przewalski (más común en el arte paleolítico).

Una de las estatuillas de mamut encontradas en la cueva | foto Museopedia en Wikimedia Commons

Otra de las esculturas encontradas en la Cueva de Vogelherd representa a un mamut lanudo adulto (Mammuthus primigenius). Está realizada en marfil de mamut y mide aproximadamente 50 milímetros de largo por 34 de alto y 22,1 de ancho. Se encontró con las patas traseras y el tronco rotos y, al igual que la del caballo, debieron estar destinadas a servir de pendiente. Esta figurilla se dató entre hace 30.000 y 35.000 años.

Durante las excavaciones realizadas entre 2005 y 2012 se encontró otra estatuilla de una mamut que mide 3,7 centímetros de largo y pesa unos 7,5 gramos. Los expertos creen que se trata de la obra en miniatura más antigua de la humanidad que se conserva íntegramente en su estado original. Se diferencia de las otras encontradas en la cueva en que tiene relativamente pocos motivos ornamentales, ya que solo sus extremidades inferiores y superiores llevan finas marcas en cruz. En su cabeza se aprecian seis pequeñas incisiones.

Cuando fueron descubiertas las primeras estatuillas en 1931 se las consideró las obras de arte figurativo más antiguas del mundo. Más recientemente se las ha calificado como las más antiguas de Europa. No obstante, modernos descubrimientos, como el realizado en la Cueva de Denísova, desafían esa calificación.

Figurilla de Vogelherd que representa a un león de las cavernas | foto Wuselig en Wikimedia Commons


Fuentes

UNESCO | Floss, HaraldLe plus ancien art mobilier : les statuettes aurignaciennes en ivoire du Jura souabe (sud-ouest de l’Allemagne) (2019) Explodierende Vielfalt. doi.org/10.4000/palethnologie.885 | Archäopark Vogelherd | Wikipedia