Historia del Caballo Chileno de Pura Raza

Por Arturo Montory G.

Capítulo I

Orígenes de la raza chilena

Bibliografía: Uldaricio Prado en su libro El Caballo Chileno, publicado en 1914.
Casta de Guzmanes y Valenzuelas.

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“Especiales para la práctica del «Arte de la Jineta»; escuela de equitación de origen morisco y ésta a su vez, origen de la Rienda Chilena”.
Relato de Luís Buñuelos en su «Libro de la Jineta».
“Dice que son los «únicos que merecen el nombre de caballos» por sus cualidades. Talla, lindeza de cuello, pechos, cara, ojos, caderas. Caballos que son muy superiores a los demás. En correr y parar no hay nada igual. A los 7 años comienzan a rendir y duran hasta los 24 años.

Su origen y su esmerada crianza

En tiempos de Carlos V (1500 – 1556), a Don Luís Manrique, hijo de los Duques de Nájera, le dieron la Encomienda de Córdoba, y en ella empezó a criar caballos y a juntar yeguas. Le compró a Don Diego de Aguayo yeguas consideradas las mejores de España de la época. También le compró a Don Pedro de la Cueva, que tenía en Guadix y Basas, y trajo un potro de Jerez de la Frontera y con ellos comenzó su crianza por un año.

Un día estaba Don Luís mirando en la puerta de su casa que daba a una calle tranquila, cuando vio aparecer por ella un harruquero en un caballo tordillo negro, con la tusa muy blanca y muy crespa. Cuando lo vio el harruquero, le pegó con los talones al caballo y fue corriendo hacia él, a una velocidad tremenda, y entró parando en la patas en forma maravillosa.

Don Luís quedó perdido por el rocín, y se lo compró a pesar que estaba en los huesos y tenía las manos chuecas y los pies cerrados; aunque el resto era muy bueno.

el caballo a la caballeriza y le dieron el mejor alimento y cuidado. A los pocos meses se convirtió en el caballo más lindo que se haya visto. De las rodillas hacia arriba una pintura; de crines tan largas y onduladas que le arrastraban por el suelo y con un mazo de cola llena de cerdones y muchos crespos de nacimiento. En el correr y parar nunca se vio igual y poder moverse para adelante y para atrás, y si le daban con los pies salía volando.

El harruquero se llamaba Guzmán, y contó que el caballo lo compró a un mesonero, el que luego visitó Don Luís Manrique y le contó: llegaron a su posada siete u ocho moros en caballos a la jineta y que decían ser embajadores del Rey de Marruecos, que iban con una embajada al Emperador Carlos V. La noche que llegaron le dio un cólico al rocín y lo dejaron, ya que se iba a morir. Le dijeron que tratara de cuidarlo ya que dijeron que era de la mejor casta de la Berbería.

Luego de este relato, Don Luís lo echó a sus yeguas, naciendo excelentes caballos. Al morir Don Luís, muchos caballos los heredó el Rey Felipe II (1556) y otros regaló a sus amigos. El Rey vendió algunos que compró Don Martín Fernández de Córdoba y sacó magníficos caballos.

Luego, el Duque de Sossa de Milán le compró varias yeguas a Fernández de Córdoba, y su caballerizo mayor se llamaba Juan de Valenzuela, a quien el Duque cuando volvió a Italia le regaló muchas yeguas, que las conservó puras toda su vida, siendo el caballero más conocido de su tiempo. Su hijo Jerónimo de Valenzuela las heredó y las vendió y regaló a sus amigos.

García Hurtado de Mendoza Gobernador, trajo a Chile algunos de estos ejemplares Guzmanes y Valenzuelas , en 1557.

El caballo que llegó a América

En 1493 terminó la guerra de Granada, y los reyes de España recogieron la necesidad de que al lado de un hombre de armas estuviese un jinete ligero y de ahí se originó el Decreto de Creación del Cuerpo de Guardia de Vieja Castilla, en el que establecía que la quinta parte de una compañía debía estar armada a la jineta con espada, puñal y ballesta.

Esto debido a los conocidos éxitos de los “zenetes africanos”.

En 1493 zarpa de Cádiz don Cristóbal Colon en su segundo viaje al nuevo mundo, y trajo para Santo Domingo 5 yeguas de vientres y 20 caballos.

Para ese efecto la cédula real ordena a Fernando Zafrán, lo que sigue:

“Veinte tres de mayo de 1493. -Archivo de Indias-

El rei e la reina: Fernando de Zafra nuestro secretario, Nos mandamos hacer cierta armada para inviar a las islas e tierra firme que agora nuevamente se han descubierto e han de descubrir en el mar Océano a la parte de las Indias e para aderezar la dicha armada con el almirante d. Cristóbal Colon, enviamos allá a don Juan de Fonseca, Arsediano de Sevilla y porque entre la otra jente que mandamos ir en la dicha armada havemos acordado que vayan veinte lanzas jinetas a caballo: por ende Nos mandamos que entre la gente de la hermandad (cuerpo de policía de caminos y fronteras) que están en ese reino de Granada escojáis las dichas veinte lanzas, que sean hombres seguros y fiables, e que vayan de buena gana; e los cinco de ellos lleven dobladuras (dos caballos) e las dobladuras que llevaren sean yeguas; a los cuales dichos veinte lanzas hase de pagar el sueldo de seis meses adelantados, de cualquier marabedis que allá tiene los tesoros de la Hermandad para la paga de la jente,..”

Estas fueron las buenas disposiciones que tuvieron los reyes católicos, para enviar los primeros caballos al nuevo mundo y que acusan una buena intención de su parte como también del almirante, pero el caballo bueno de guerra y todavía mas, diestro, como debían haber sido los escogidos por la orden terminante de la real cedula, valían mucho dinero y como este embarque se hacia por cuenta de sus altezas, resultó que ciertos contratistas y proveedores de caballos para el real ejercito, tentaran a los señores escuderos con buenos precios para comprarles las cabalgaduras escogidas que tenían, como efectivamente lo hicieron, reemplazándolos por otros de los mas ordinarios que en la localidad existían. Así lo acredita carta de Cristóbal Colon de fecha Enero de 1494:

“Diréis a sus altezas como los escuderos de caballos que vinieron de Granada en el alarde que ficieron en Sevilla mostraron buenos caballos, e después, al embarcar yo nos los vi, porque estaban un poco dolientes i metiéronse los tales, que el mejor de ellos non parece vale dos mil maravedíes, $150 plata, porque vendieron los otros i compraron estos, esto fue de la suerte que se hizo de mucha jente que allá en los alardes de Sevilla yo vi mui buenos…”

A este cambio feliz, se debe la calidad del caballo que llegó hasta nosotros derivado desde la Española, en el que dominando mucho mas el tipo de la “jaca española” con sus características de poca talla, cuerpo grueso, mayor resistencia i fuerza para el trabajo, perpetuadas hasta ahora, tenia ventajas sobre el berberisco, cuyas formas eran algo delgadas, como todavía la conservan ciertos tipos de andaluces muy estimados por su ligereza y energía en andaduras, especialmente del galope, pero menos sufridos para los rudos trabajos de la guerra.

Se debe tener presente que los caballos traídos en esta forma a la española deben haber sido en su mayor parte “enteros o potros” , pues en aquellos tiempos poco se practicaba la castración en estos animales y por lo tanto lo que mas urjia para su pronta propagación, era aumentar el número de yeguas y así debe haber sido el pensamiento del almirante, puesto que en la misma carta citada añade: ”de carneros vivos y aun antes corderos y cordericas, mas hembras que machos y algunos becerras pequeñas son menester, que cada vez vengan en cualquier carabela que acá se enviaren y algunos asnos y asnas y yeguas de trabajo y simiente, que acá ninguno de estos animales hay, de que hombre se pueda ayudar y valer”.

El 1495 se enviaron 6 yeguas, 4 burros y dos burras, además de ovejas, gallinas y cerdos.

El 23 de Abril de 1497 se enviaron 14 yeguas.

García Hurtado de Mendoza

Los reyes católicos en 1494 mandaron que ningún duque, señor, pudieran andar en mulas, excepto fraile i las mujeres. Esto se hizo para que se propagara de nuevo la crianza de caballos muy disminuida a la fecha. También se prohibió la exportación de caballos de España.

En el tercer viaje de Colon llegaron 40 jinetes, i en 1501 don Nicolás de Ovando trajo 10 caballos eran de distinguida casta.

Los primeros caballos i las yeguas de cría fueron de tipo corriente de la plebe caballar que existía en la provincia de Córdoba, Andalucía, tipos del país mezclados con el berberisco i que se les designó como “jacas y rocines”.

Dicen antiguos autores que en la zona de Ronda se “crían caballos pequeños pero de buenas anchuras. Resistente, e bastante genio i mui apropiado para la caballería lijera”.

Esta serranía forma parte de Andalucía, antiguo reino de Sevilla y punto de partida de los viajes de Colón.

Pensamos que muchos jinetes llegados a la española trajeron caballos “rondeños” por sus características de conformación. “Dícese que tienen muchas anchuras, cuando están mui separadas los encuentros o espaldas, mui elevados los hijares, contorneadas la costillas y el vientre desarrollado en proporción. Son esas condiciones mui estimables en el bruto i cuya falta, da lugar a que se califique de caballo de pocas anchuras”.

Corresponde al término “grueso” usado por nosotros y “morisco” al carente de esas condiciones de construcción.

Primeras crianzas de caballos y vacas en Chile. Año 1549

Bibliografia: Historiador Francisco Antonio Encina. Escrito en 1944

“Al mismo tiempo de repartir las chacras, Pedro de Valdivia, primer Gobernador de Chile, concedió a los vecinos estancias para criar ganado. Al principio se prefirió el Valle de Acuyo, situado al oriente de Marga-Marga (Melipilla) y los alrededores de Valparaíso; pero en Diciembre de 1549 Juan Gómez de Almagro tenía ya una estancia en la confluencia del Cachapoal con el Tinguiririca.

propagación de los animales domésticos fue rápida, especialmente la de aves y de los cerdos. Del incendio de Santiago, solo salvaron los caballos, una polla, un pollo, un cochinillo y dos porquezuelas; pero en las expediciones que Valdivia despachó del Perú en 1548 y 1549, vinieron caballos, vacunos, ovejas, cerdos y cabras. Poco después, Francisco de Villagra trajo un rebaño de cabras. En 1554 Francisco Martínez aportó cien cerdas de vientre y treinta cabras, en una compañía que formó con Luís Toledo para dotar la encomienda del último de Los Confines (Angol).

La ciudad de Imperial mandó en 1558 un arreo de dos mil cabezas de ganado formado por cerdos, corderos y vacunos.

Con las ovejas fracasaron por una enfermedad traída del Perú, el “carache”, y debieron empezar a matarlas en 1549 y en 1551 no quedo ninguna viva.

En 1555 se empezó de nuevo y ya se multiplicaron sin problemas.

Los esfuerzos de Pedro de Valdivia, eficazmente secundados por el capellán Rodrigo González de Marmolejo, se concentraron de preferencia en la multiplicación del caballo. Este animal era un factor capital de la conquista. Dada las distancias y la naturaleza de la guerra, sin caballo bien poco valía el soldado español.

En 1545, ya había logrado reunir 50 yeguas de cría, en la dehesa de la ciudad.

En 1549 se instituyó un “yegüerizo” del consejo encargado de propagar y cuidar las yeguas y sus crías, y se acordó señalarle “una dehesa donde anden y las traigan”.

Se dispuso también que “al indio que flechare o apedreare yeguas u otra cualquiera bestia, que le sea cortada la mano por ello, e que su amo pague el daño que hiciere”.

La multiplicación del caballo debió se rápida, pues el Cabildo en sesión del 27 de febrero de 1551, “ordenó marcar en plazo de cuatro meses, so pena de perderlos, los potrillos que estaban sin marca, da como fundamento del acuerdo el hecho de que en esta ciudad e sus términos hay muchas yeguas, e potros e potrancas que no están herradas”.

Con la llegada del Gobernador Villagra a fines de 1551 la crianza caballar recibió un gran impulso pues trajo más de 500 caballos y yeguas.

La primera partida de vacunos es la que trajo Francisco de Castañeda en 1552, en 1553 Antonio de Zapata trajo en el galeón de Pedro de Malta otros 140 vacunos.

Bajo el gobierno de don García, Pedro de Artaño hizo otra importación cuantiosa.

Años más tarde Rodrigo de Quiroga concedía el Valle de Acuyo (Casablanca) a Alonso de Córdoba para criar miles de vacas”.

A la isla de Cuba pueden haber ido algunos Guzmanes y Valenzuelas, durante el tiempo que fue su gobernador don Juan Ponce de León en 1502 a 1521

La importancia de don García Hurtado de Mendoza, por su destreza como jinete y el amor a los juegos y a sus “caballos escogidos”, los que en las Fiestas Públicas lucían todo su esplendor, razón que obligaba a cuidarlos especialmente por lo cual consideramos que fue “precursor de la afición de los chilenos a los deportes ecuestres”.

Fiestas y diversiones públicas.

Bibliografia: Historia de Chile de Diego Barros Arana.
El paseo del estandarte

“Don García dio también durante su gobierno gran importancia a las fiestas públicas que venían a interrumpir el tedio de la vida triste y monótona de los primeros colonos. En esa época no habría sido posible implantar en Chile las lidias de toros, por las cuales tenían los españoles tan decidida afición. El ganado vacuno, introducido en Chile en 1548 y con sólo veinte animales, se había propagado poco todavía en el país y tenía un precio tan elevado, que no era prudente sacrificarlo en esos sangrientos y costosos combates.

En cambio, los españoles celebraban de vez en cuando juegos de cañas y de sortija, especies de torneos en que los jinetes desplegaban su destreza en el manejo del caballo y de las armas. Estos juegos, muy gustados por la nobleza española, formaban el encanto de los campamentos y de los soldados. El mismo don García, a pesar del estiramiento que le imponía su rango de Gobernador y de General en jefe, tenía tanta afición por este género de diversiones, que para ostentar su maestría de jinete y de soldado, no desdeñaba de salir a jugar cañas y sortija con sus subalternos.

La misma pasión tenía el Gobernador por el juego de pelota, a que eran muy aficionados los españoles. Trajo del Perú una cantidad considerable de pelotas para generalizar este juego. En Santiago mandó deshacer un cancel o cercado, que servía para guardar municiones, a fin de que sirviese de plaza en que pudiera jugarse cómodamente. Esta innovación, que seguramente fue muy del agrado del mayor número de los habitantes de Santiago, le atrajo, sin embargo, más tarde, apasionadas acusaciones.

Aparte de estas fiestas, los vecinos de Santiago comenzaban a tener otro género de pasatiempos en las solemnidades y procesiones religiosas. A imitación de lo que entonces se hacía en España, se dispuso que los gremios de artesanos hicieran comparsas especiales con aparatos y efigies adornadas por ellos, que contribuían a hacer más vistosa la fiesta. Es curioso lo que a este respecto leemos en el acta del Cabildo de 2 de mayo de 1556. «En este dicho día, dice, se acordó que para la fiesta de Corpus Christi, que ahora viene, se les manda a todos los oficiales de sastres, calceteros, carpinteros, herreros, herradores, zapateros, plateros, jubeteros (los que hacían o remendaban los jubones), que saquen sus oficios e invenciones, como es costumbre de se hacer en los reinos de España y en las Indias; y que dentro de cinco días primeros siguientes parezcan ante el señor alcalde Pedro de Miranda a declarar los que lo quieran hacer y sacar las dichas invenciones, so pena de cada seis pesos de buen oro, aplicados para las fiestas y regocijos de la procesión del dicho día, demás de que a su costa se sacará la fiesta e invención que a sus mercedes (los capitulares) les pareciere; y que así se apregone para que haya lugar y tiempo de hacer a costa de los dichos oficios».

Pero la fiesta más solemne de esos días, y que se perpetuó con mayor aparato todavía durante todo el régimen de la Colonia, era el Paseo del Estandarte Real.

El cabildo de Santiago había recibido del Rey, en 22 de junio de 1555, junto con el título de noble y leal ciudad, el privilegio de armas que ésta debía usar. «Son, dice el acta, un escudo en campo de plata, y en este escudo un león pintado de su mismo color, con una espada desenvainada en una mano, y ocho veneras del señor Santiago en la bresla a la redonda, y al principio del privilegio está pintado el señor Santiago y arriba de todo el privilegio las armas reales de Su Majestad». Sancionado así el nombre de la ciudad por provisión real, y colocada bajo la advocación del Apóstol Santiago, el Cabildo acordó el 23 de julio de 1556, que en cada aniversario de éste “se regocijen por la fiesta de tal día, y que para ello se nombre un alférez, el cual nombraron que lo sea el capitán Juan Jufré, vecino y regidor de esta dicha ciudad, para que sea tal alférez hasta que Su Majestad o el Gobernador de este reino provean otra cosa. Y que el dicho capitán Juan Jufré haga a su costa un Estandarte de Seda, y que en él se borden las armas de esta ciudad y el apóstol Santiago encima de su caballo”. El estandarte, que debía estar preparado de antemano, fue entregado solemnemente al capitán Jufré en la tarde del 24 de julio, bajo juramento de servir con él a Su Majestad todas las veces que se ofreciere, llevado con gran aparato, y con una comitiva numerosa de jinetes, a la iglesia mayor, y paseado enseguida en las calles de la ciudad. Desde ese día, esa cabalgata, que se repetía invariablemente cada año, pasó a ser la fiesta más popular y más concurrida de la Colonia.

las clases sociales tomaban parte en la celebración de esta fiesta; y los hombres de posición se empeñaban en ostentar en sus cabalgaduras, en sus armas, en sus trajes y en sus arreos todo el lujo que les era posible procurarse.

El cargo de Alférez Real pasó a ser uno de los más codiciados en la ciudad. A él cabía el honor de guardar en su casa el Estandarte Real.

Después de cuatro años don García Hurtado de Mendoza se retira de Chile, dejando regaladas todas sus pertenencias y donde están incluidos los caballos de uso personal, todos de gran calidad racial y arreglo, de los que suponemos habría entre ellos de la casta de los Guzmánez y Valenzuelas.

La Alzada del Caballo de Pura Raza Chilena

Por Aturo Montory G.

Quebrado

La alzada es un tema siempre en boga porque a algunos aficionados les gustan los caballos chicos y otros más grandes, pero la Raza debe ceñirse al Standard, cuyas, medidas esta mencionadas más abajo.

Los caballos participantes en Nacional de Rodeo están medidos y su alzada entra en el rango medio exigido (1,42 mt. en machos y 1,40 mt. en hembras), el tema es ¿cuantos caballos están cerca de lo más alto del rango de 1.48 mt. y cuantos están bajo del 1.38 mt. en machos que es el mínimo?

En relación a las exposiciones, todos los ejemplares mayores deben ceñirse a la alzada del Standard.

Para establecer una referencia en el tiempo exponemos foto del Jefe de Raza Aculeo Quebrado que media 1.39 mt. de alzada y fue vendido por su criadero por preferir a sus hermanos paternos Aculeo Huilque y Aculeo Beduino que median 1.46 mt. a 1.47 mt. de alzada y fueron premiados en exposiciones de la época.

Después esta la foto de Curiche Rigor que medía 1.46 mt. que fuera gran reproductor y vaquero, además del listado de exposición de la época en que aparece medida oficial del Curiche Rigor.

Referencias históricas.

– “Sello o Standard de la Raza, Anuario 1976, página 9, Eduardo Porte Fernández.

Talla:

Machos, ideal 1.44 mt. con fluctuaciones máximas entre 1.38 mt y 1,50 mt. aconsejándose no sobrepasar el límite de 1.48 mt.

Hembras 2 centímetro menos.

La amplitud de su perímetro torácico fluctúa desde 1,62 mt. a 1.82 mt.

Hembras, 2 centímetros más”.

-En 2002, una Comisión detalla en Standard, publicado Anuario 2002, articulo Fundamentación Técnica del Estándar y entrega las medidas abajo mencionadas.

-En 2011, publicación La Alzada en el Caballo de Raza Chilena, Eduardo Porte Fernández, interesantísimo estudio.

Dice: “Si se recuerda el origen étnico del Caballo Chileno (U. Prado 1914), nos damos cuenta de que la talla del caballo español oscilaba entre 1.30 mt. a 1.46.mt. y que esta última medida correspondía a, los escasos siete cuartas del tipo de caballo así denominado.  Indica además que entre los caballos de nuestros antepasados los siete cuartas eran excepcionales, y lo generalmente existentes, fueron las tallas inferiores a 1.47 mt.

Ello puede concluir que la talla zoológica característica del Caballo Chileno, debe ser comprendida entre 1.40 mt. y 1.47 mt.”

“Entre 1810 y 1845, el caballo forma una población que se distingue de sus congéneres, con cualidades propios dada su adaptación al medio, siendo el inicio del caballo de Pura Sangre Chilena”.

“El verdadero y directo efecto responsable sobre los valores relativos al comportamiento de la alzada en el caballo de raza chilena, está directamente relacionada000 a “factores medioambientales”, como: nutrición, medio ambiente, manejo”

“En otras palabras, la idea central es mantener las medidas zootécnicas oficialmente acordadas e incorporadas en la descripción del Standard Oficial con las mejoras correspondientes. Ello complementado con la existencia de la Maqueta del macho, reproducido inicialmente con la imagen del potro Azahar, y de la Maqueta de la hembra que se confecciono durante el último estudio” (2002).

MEDIDAS

ALZADA

Machos:       Alzada ideal:  1.42 mt.     Rango:  1.38 mt. a 1.48 mt.

Hembras:     Alzada ideal:  1.40 mt.     Rango:   1.36 mt. a 1.46 mt.

CAÑA

Machos:       Caña..0.20 cm.       Rango: 0.18 cm. a 0.21 cm.

CINCHA

Machos         Cincha           Rango:   1.62 mt. a 1.84 mt..

Con fluctuaciones entre hembras y machos.

Cultura Campesina y Deporte

Por Arturo Montory G.

Arturo Montory en Paicavi-Carcomido

La necesidad de reconocer y marcar el ganado vacuno por parte de sus propietarios a fines de los años 1500, nacido en la dehesa de Santiago y sus alrededores, llevó a que el rodearlos o juntarlos en un recinto cerrado, Plaza de Armas, se transformara en una faena habitual en cada primavera, cuya prioridad era proveer de carne a los habitantes del país y subproductos del vacuno que se obtenían y se exportaron desde esos años a los países o localidades vecinas.

Alrededor de esta campereada nace la artesanía, la música del campesino, los bailes, en fin, una nueva forma de vida distinta a la de las ciudades, que con el correr de los siglos se transforma casi en antagonista.

El campesino-huaso hace suya esta manera de entender la ganadería, su cercanía infinita con el caballo, sus inseparables perros y alrededor de su “puebla” o su casa, cría gallinas, pavos, cerdos, conejos, patos, cabras y muy cercanas las vacas lecheras y los infaltables corrales donde los reúne.

Construye galpones y pesebreras para sus caballares, y guarda pasto segado seco para el largo invierno, cuando el hielo y la nieve hacen muy difícil la alimentación al exterior. Canaliza y hace tranques para almacenar el agua, abundante en invierno y primavera pero que escasea en verano y otoño, y es un elemento fundamental para mantener verdes y productivos los cultivos y el pasto que alimenta el ganado.  Un campo con poca o nula capacidad de almacenar agua hace muy difícil su subsistencia.

El campesino-huaso cuida con esmero y dedicación desde que nace su hacienda, sean estos vacunos, ovinos, caballar, avícola, porcina, etc. Pone su vida y la de su familia en protegerlos, nadie más cercano que ellos, nadie más sensible a las necesidades de su ganado, que es la subsistencia y futuro de su familia. El campesino más dedicado a los caballos se llamó huaso, vestido en forma distinta y heredero de una gran tradición que nace a mediados del 1700, lo cual incluye además de ser un buen criador, cuidador y jinete, una forma de vida, un comportamiento especial, lo que se transforma en una disciplina, un orden, una escuela.

Muchas veces en las ciudades los campesinos-huasos son mirados con cierto desprecio o despectivamente, por considerar muy básicas o rusticas sus obligaciones y deberes diarios en el campo, pero épocas de grandes dificultades como la de esta terrible y tenaz Pandemia, ha hecho abrir los ojos y entender el tremendo valor de las personas que producen los alimentos, se han dado cuenta en las ciudades que para que estén en los supermercados alguien debe producirlos y llevarlos ahí, la gente del campo.

Los más cercanos a los caballos se convierten en huasos, lo que implica usar una vestimenta especial, convertirse en una forma de vida absolutamente ligada al ganado vacuno, hace suya la cueca como o su baile de preferencia, usa aperos de cuero trabajados, frenos y espuelas con ataujía, diseñados y fabricados en sus inicios por orfebres jesuitas llegados de Holanda y Bélgica en 1745, a la hacienda Calera de Tango, donde enseñan a los campesino en este arte. El huaso adopta ponchos, mantas y chamantos de origen incásico,  que con el correr de los años se transforma en una profesión, cuyo centro sigue siendo el pueblo de Doñihue, de donde salieron a otras ciudades la mayoría de las más famosas Chamanteras.

Todo este cumulo de expresiones culturales fue vaciada en el deporte del Rodeo Chileno, el cual con el correr de los años incorporó a nuevas generaciones de huasos que ahora viven en las ciudades y pueblos, alejada su vida del campo, pero íntimamente ligada a través de este deporte, cuyas raíces reglamentarias se inician en 1860.

Sin duda es una “Cultura Campesina y Deporte”.

El Caballo Chileno y su Registro Genealógico

Capítulo V

Extracto de artículo escrito en 1936, don Miguel Letelier Espínola, propietario de Aculeo: 
    

Miguel Letelier en el Curanto (padre de Coirón 3).         


“El tipo de caballo traído por los conquistadores cumplía perfectamente con todos los requisitos que exigían las duras condiciones de vida y de trabajo de los larguísimos viajes y azarosas campañas que debía continuamente soportar; así lo aseguran los cronistas de la época y lo comprueban los hechos y resultados de esas mismas empresas.

Las crianzas caballares fueron abundantes en América desde los primeros años de la ocupación y la conquista; en lo que ha Chile se refiere, sin duda que sea del caso establecer si el mayor número de caballos viniera del Perú o de Charcas, pues su origen racial seria el mismo, antes de finalizar el siglo XVI, la población caballar era ya numerosa; el primer criadero de caballos establecido en Chile perteneció al que fue obispo de Santiago, don Rodrigo González de Marmolejo, en tiempo del gobierno de don Pedro de Valdivia.

Pasado los azares de los primeros años de la conquista, cimentado en el centro del reino de Chile, la tranquilidad y el orden, alejados a regiones más australes los campos de acción de la guerra con los araucanos, la agricultura y la ganadería se cimentaron definitivamente.

El clima, las condiciones de vida, la configuración accidentada de los valles de Chile, las posibilidades de aclimatación, actuaron sobre la crianza caballar de en modo muy diferente que, en las demás regiones del continente sud americano, no fue abandonado a vagar por las extensiones de la pampa, sin el cuidado y la vigilancia del hombre como en la planicie argentina, ni a sufrir la dureza del clima tropical o del altiplano.

Los pequeños valles de Chile influyeron para que la crianza de caballos realizara bajo una vigilancia más inmediata del hacendado, cuyas aficiones y necesidades le hacían más estimados e indispensables los servicios de buenos y dóciles caballos.

En verdad, el antiguo hacendado chileno fue siempre un aficionado entusiasta a los deportes ecuestres, que comprometían su amor propio y además le proporcionaban, con agrado, los medios de recorrer las accidentadas cordilleras, vigilar sus crianzas de ganado vacuno, y realizar los viajes indispensables a sus necesidades sociales y comerciales.

El esmero en el cuidado de la crianza caballar, el mejoramiento y selección de sus reproductores, la vigilancia y empeño en su adiestramiento, su adecuada alimentación, en resumen, su mejoramiento en todo sentido, fue la primera consecuencia de aquel género de vida y actividades. La tranquilidad de esa misma vida en la época colonial, raras veces perturbada por circunstancias ajenas a ella, inducía a que esas aficiones fueran solicitas y duraderas.

El régimen político y económico impuesto por España a sus colonias de ultramar, de aislamiento absoluto a todo comercio que no fuera el de la metrópoli, alejó en forma definitiva, también en los problemas pecuarios, la posibilidad de que razas diferentes vinieran a introducir otro elemento heterogéneo en la reproducción caballar.

De esta manera la descendencia de las caballadas andaluza y castellana, sin mezcla de razas extrañas, se adaptó a un nuevo medio, alteró ligeramente sus caracteres secundarios y refundió sus variedades originarias en una nueva “variedad” del caballo chileno, cuyas características describe muy precisamente el Standard que se hizo.

El terreno seco, arisco y pedregoso de las serranías de Chile endureció sus cascos y los “encastilló” ligeramente; la marcha prolongada por los cerros accidentados, aun en condiciones de libertad y desde los primeros meses de vida, fortaleció su musculatura adaptándola a un trabajo lento pero prolongado, aun cuando poco apropiado para obtener gran velocidad en la carrera, propendió a fortalecer el cuarto posterior y a sumir, ligeramente, la cruz entre una masa muscular un tanto pesada del tren anterior.

El trabajo a que de continuo se le sometía, constituyó para el caballo chileno una gimnasia funcional rigurosa y permanente; las antiguas “trillas a yegua” con sus prolongados galopes sobre los espesos hacinamiento de gavillas por cosechar, a que se sometía a las manadas de yeguas de estas crianzas durante varios meses de verano; la destreza, docilidad, tino y firmeza que se requería de las cabalgaduras en las faenas de enlazar animales bravíos en las faldas escarpadas de las montañas por entre los árboles, peñascos y arbustos o en los llanos; la agilidad e inteligencia requeridos en los movimientos rápidos y enérgicos que exige la “aparta” de ganado y “corridas” en los rodeos;   las prolongadas marchas, donde los aires acompasados y suaves son indispensables en los viajes por la carretera o por el llano, y seguridad y firmeza y resistencia en los abruptos senderos cordillerano; todo esto proporcionaba al hacendado y al criador el medio más seguro para estimar y seleccionar las aptitudes de los más valiosos potros y yeguas destinadas a la reproducción.

En tal estado de aprecio y cuidado se encontraba el caballo chileno a principios del siglo XIX, en los campos donde el hacendado aficionado y experto, dirigía su reproducción y adiestramiento.

Eran numerosa las crianzas de caballos en la zona comprendida desde el valle del Choapa hasta Bio Bio; pero sin duda en la zona de Aconcagua, Santiago y Colchagua era donde existían las mejores y han constituido los troncos de familia que son la tradición genealógica, desde poco después, se conservan hasta hoy día.

Estimulados por la afición a los caballos y a sus deportes, guiados por la experiencia personal y tradicional y con cierta intuición de los métodos y principios zootécnicos, el criador chileno logró fijar y perpetuar en sus caballos cualidades y conformaciones meritorias que existían, sin duda, en las variedades progenitoras andaluza y castellana. Los tipos bien definidos u homogéneos existentes a mediados del siglo XIX, de los caballos “cuevanos” de Doñihue, Quilamuta, de El Principal de Catemu “Choapinos” y otros, demuestran una selección consiente y continuada, influenciados naturalmente por a las condiciones del medio y por aires de familia, reproducidas en consanguinidad que los acentuaba más y más.

Las mejores crianzas de caballos chilenos, se conservaron libres de todo mestizaje de que pudieran contaminar los reproductores de variedades y razas diferentes que empezaban a venir al país, en escasísimo número, a mediados del pasado siglo; los primeros caballos de carrera llegaron a Chile, venidos de Australia hacia 1845 y las primeras variedades de coche hacia 1860.

La tradición debidamente controlada, permite asegurar que la casta caballar chilena, no fue contaminada en los criaderos fundamentales, por cruzamientos de razas o variedades heterogéneas, sino en época muy posterior, cuando ya se tenía un conocimiento preciso de las genealogías caballares que han ingresado a este registro de la Saciedad nacional de Agricultura.

Como en tantas otras ramas de la actividad Agropecuaria, correspondió a la Sociedad Nacional de Agricultura estimular y facilitar la iniciativa de los criadores y aficionados al caballo chileno, en el sentido de establecer su registro genealógico.

Este se abrió en 1893 recogiendo los nombres de potros y yeguas de ascendencia insospechable, es decir, provenientes de las antiguas crianzas establecidas en el país de que ya hemos hablado en los párrafos anteriores.

El Nº 1 del registro lo ocupa el potro Bronce de propiedad de don Diego Vial Guzmán, nacido en Aculeo en 1882 aprox., en propiedad de don José Letelier Sierra y proveniente de una antigua casta caballar que éste y su hermano don Wenceslao Letelier, conservaron y mejoraron desde muchos años antes en Vichiculén (provincia de Aconcagua) y en Aculeo (provincia de Santiago).

José Letelier Espínola-Antonio Serení-Miguel Letelier Espínola en Aculeo.

La ascendencia de Bronce antes de ingresar al registro era conocida nominativamente hasta la tercera generación anterior (Codicia y Naranjo).

Los nombres recogidos en el registro correspondían a potros y yeguas de ascendencia conocida y reputada con seguridad, como exenta de toda mezcla con sangre extrañas.

En las primeras páginas de este Registro se anota el nombre y reproductores de trece familias de caballos chilenos formadas en diferentes zonas del país y numerosas estirpes diversas, dentro esas mismas familias, cuyos orígenes debidamente conocidos y controlados, se remontan a una época anterior a 1850.

Estas familias formadas y mantenidas en zonas y predios determinados durante varias generaciones, reproducidas en consanguinidad, a veces muy cercana y estrecha, fijaban en sus descendientes, con notoria tenacidad, conformaciones y cualidades que las hacían más y más diferenciadas, aun cuando correspondieran las características propias de la variedad caballar chilena.

En algunas familias, de Aculeo y Cuevana, por ejemplo, podía notarse sin duda las características propias del caballo castellano, en otras la del Principal y Catemu, las de su remota ascendencia andaluza y berberisca, estas diferenciaciones se debían ya sea a la sangre más definida hacia algunas de estas variedades. De algún progenitor tronco, de familia, reforzada después en cruzamientos consanguíneos y que correspondían a cierta conformación, cualidades, color preferidos por el criador.

Hasta hoy día, en que las familias han sido ya bastante cruzadas entre sí, es fácil observar la permanencia de las características de una u otra.

En 1920, el número de inscripciones alcanzaba a 2.244 y en 1936 a 6550.

Un trabajo aún más importante que la reorganización e incremento del registro, fue realizado al mismo tiempo por los criadores, la de recoger los valiosos reproductores, potros y yeguas, que existían dispersos y no debidamente apreciados en numerosos puntos del país, y que, por liquidación de sucesiones, ventas o cambios de giro de las explotaciones agrícolas y ganaderas, iban a ser dispersados y condenados a desaparecer.

De esta suerte fue recogido por Aculeo el potro Angamos I, el reproductor de mayor influencia hoy día en la crianza caballar chilena, las mejores yeguas del Principal, las mejores descendencias de Guante I y el potro Petizo de la familia cardonalina; por el criadero Las Pataguas de don Tobías Labbé fue recogido el Gacho, de la estirpe cardonalina y preciadas yeguas de otro origen y otros muchos.

Juan José Letelier Valdés y su hijo, con la estatua del Standard de la Raza Chilena,
pieza original que perteneció a su abuelo Miguel.

Se estimuló la inscripción de cuanto es digno de ser conservado, ampliando la conservación y progreso de esta variedad caballar.

Durante los últimos veinte años se han venido efectuando continuos cruzamientos entre las diversas familias originarias del registro y anterior a él; un criterio más consiente e ilustrado, un objetivo mejor definido ha guiado a los criadores en general, en la ejecución de estos cruzamientos; está sintetizando aquel, es un tipo “Standard de la raza”, cuya representación objetiva es la escultura de un potro chileno “Standard”.

Tal es en resumen el origen de este registro, su formación y su desarrollo; él sintetiza una labor larga y paciente y además un trabajo original en Chile, como es organizar la existencia de una variedad caballar, con elementos propios del país y orientada a una finalidad útil y necesaria. Es también la primera ejecutada en Sudamérica, repetida años después en la Argentina y en el Perú, para el caballo criollo argentino y el caballo peruano”.

Hacer Patria es reconocer a los Maestros de la Escuela Ecuestre Huasa.

Por Arturo Montory G.

Normas reglamentarias de la Federación Deportiva del Rodeo Chileno, para la calificación y otorgamiento del título de “Arreglador Maestro de la Escuela Ecuestre Huasa”.

Por este acto se designa como Maestro de la Escuela Ecuestre Huasa, a las siguientes personas; distinción que ellos reciben por su encomiable trayectoria como Arregladores Maestros del Caballo de Pura Raza Chilena de Rodeo y Movimiento a la Rienda:

-José Manuel Aguirre Bustamante  -Mario Ahumada Núñez  -Guillermo Barra Leiva  -Regalado Jesús Bustamante Barahona  -Oscar Bustamante Calderón  -Rafael Canihuante Varela  -Juan Pablo Cardemil Lathrop  -Luis Eduardo Cortes Landaeta  -Remigio Cortes Palma  -Ricardo De La Fuente Riveros  -Juan Exequiel Dinamarca Ubilla  -Pedro Donoso Cornejo  -Manuel Fuentes Alarcón  -Rubén González Rodríguez  -Leonardo Guajardo Meléndez  -Rene Guzmán Fritz  -Juan Carlos Loaiza Mac – Leod  -Oscar Rene López Cornejo  -Julio Cesar López Peñaloza  -Luis Miguel López Peñaloza  -Luis Morales Tapia  -Alfredo Muñoz Palacios  -Alfonso Navarro Urbina  -José Manuel Pozo Luco  -Francisco Rey Castañeda  -José Manuel Rey Poblete  -Ricardo González Silva  -Tulio Segundo Garrido  -Eduardo Tamayo Órdenes  -Mario Tamayo Órdenes  -Sergio Tamayo Órdenes  -Adán Urbano Martínez  -Juan Valderrama Heisse  -Mario Valencia Valencia  -Alberto Vargas Roco  -Nelson Vega Melo  -Horacio Vilches Ríos  -Juan Carlos Villarroel Segovia  -Luis Alberto Yáñez Celis  -Vicente Yáñez Celis  -Juan Bautista Zúñiga Bastias.

Historia del Caballo Chileno de Pura Raza – Cap.II

Por Arturo Montory Gajardo-Santiago-Chile.
Criador-Investigador-Historiador del caballo chileno.  (22 libros publicados).
Socio Asociación de Criadores de Caballos Chilenos de Llanquihue-Palena.
Propietario de criadero Paicavi.

Capítulo II

Juan de Cuevas. (1513-1591).

Primer criador de caballos chilenos con trascendencia y huella futura de 500 años y que además fue el  primer Alcalde de la ciudad de Santiago.

La  vida de don Juan de Cuevas, que fue criador de caballos, lo más valioso es su legado, que a través de todos sus herederos nos trasmite una afición y que llega por línea directa, hasta don Pedro de las Cuevas que es el más grande criador de la raza caballar chilena y de cuya crianza descienden el 90% de las líneas de sangre de los caballos actuales, hablamos del año 1542 al 2010, toda una proeza de selección racial, tal vez única en el mundo.
Fue sin duda en un principio, un criador en menor escala que el Obispo Rodrigo González de Marmolejo, pero a diferencia de aquél, por razones obvias, don Juan de Cuevas tuvo hijos y nietos que siguieron criando caballos y participando activamente en la historia del país, como se relata en detalle más adelante.
Para ofrecer una gran certeza en este punto tan importante para nuestro cometido, y que sea absolutamente fidedigno y al máximo documentado, adjuntamos parte de un extraordinario estudio llamado ”Familias Fundadoras de Chile” escrito por Julio Retamal Favereux, el cual basa su relato además de muchas otras fuentes, en los escritos de Tomás Thayer Ojeda, el estudio “La familia del Conquistador Juan de Cuevas” aparecidos en Boletines de la Academia Chilena de la Historia, en el año 1941.

Año 1540.

 “Origen y homonimias”.
“Dentro de las “Familias Fundadoras de Chile”, lo primero que debemos decir de la de Cuevas es que con las de Cisternas, Jofré y Riveros, comparten el gran honor de ser las familias más antiguas de Chile. 
El fundador de la que nos ocupa, Juan de Cuevas, entró al actual territorio chileno en abril de 1540 con Villagra para unirse a la expedición de Valdivia, con la que llegó al valle del Mapocho el 13 de diciembre de ese mismo año.
Los descendientes de Juan de Cuevas pueden enorgullecerse de tener sus raíces en el origen mismo de la patria.

Encomiendas y tierras.
El fundador  recibió encomiendas en Santiago en 1542, las que fueron reconfirmadas en 1546, alimentadas en tres caciques en 1549 y ampliadas en Cuyo y en el Maule en 1552.
Su hijo Luís heredó las encomiendas Maulinas de Vichuquén, Lora y Mataquito, añadiéndose las de Loncolmilla y Huenchumalli.
En cuanto a las propiedades agrarias, no encontramos mercedes de tierras hechas a la familia más bien de encomenderos urbanos, donde el primero terrateniente de envergadura lo es Juan Bautista de las Cuevas Oyarzun, séptima generación, la que accedió a las tierras de Tilcoco, próximas a Rancagua por su enlace con los Ramírez, siendo además dueño de las estancias de Huemul, Cailloma y San Francisco de Mostazal. 
La segunda rama, del Cachapoal, fue, al contrario, eminentemente agraria, con centro en Doñihue, donde destacaron como criadores de caballos, los conocidos cuevanos”.

Servicios y distinciones.

“El primer Cuevas fue vecino fundador de Santiago en 1541. Allí residió siempre, siendo regidor de nuestra capital es seis oportunidades y alcalde de la misma siete veces. Fue también corregidor en dos oportunidades, así como encomendero según se ha dicho.
Su hijo Luís de Cuevas, fue también alcalde de Santiago tres veces, regidor y alférez real una vez y corregidor. Fue encomendero en la región del Maule.
Su hermano Andrés se desempeñó como abogado de la Real Audiencia de Lima.
Entre sus descendientes figura Juan Francisco Cuevas Maturana que fue regidor y alcalde de San Fernando y Roma hasta 1953 y gran criador de caballos, su criadero era llamado “Talcarehue”.
En el arte y a la cultura, sin duda  alguna, la figura más conocida es la de Jorge Cuevas Bartholin nacido en 1885. Viajo a Europa en la década de 1920 y fue secretario de la legación de Chile en Londres.  Luego paso a Paris, en donde casó, en 1927, con Margaret Strong Rockefeller, nieta de famoso millonario John Rockefeller, de las familias más influyentes de los Estados Unidos. Jorge Cuevas, Cuevitas, intentó reivindicar el tirulo de Marques de Piedra Blanca, de Huana de la familia Cortes Monroy, pero aunque no lo logró, fue conocido desde entonces como el Marques de Cuevas. Adquirió el ballet de Montecarlo, al que rebautizó con su nombre y le dio importante figuración en Europa y América. Fue gran figura del mundo social parisino y falleció hacia fines de la década de 1950”.

Expansión de la familia.

“El apellido entonces lo continuó solo un nieto del fundador, Luís de las Cuevas Balcázar, cuya descendencia se divide en la rama de Santiago encabezada por su biznieto Francisco Atanasio de las Cuevas Astorga y los de Colchagua Bartolomé Bernardo de las Cuevas Astorga, su hermano. Éste originó la rama que podemos llamar del Cachapoal, por las extensas propiedades agrícolas que detentaron entre Rancagua y Doñihue.  De una hija de éste son nietos los próceres Carrera”.

Filiación continuada en Chile.

 Don Juan de Cuevas nació en 1513 a 1517, probablemente en Sahún, León, España.  Pasó a Nueva España por 1536 y estaba en el Perú en 1538 cuando se alistó para la conquista de los Mojos o Chunchos, selvática región al oriente de Lima.  Fracasada ésta pasó con el capitán Diego de Rojas  a la conquista de los Chiriguanos, en los llanos donde confluyen hoy Bolivia, Argentina y Paraguay, donde otra vez la naturaleza transformó la expedición en horroroso fracaso retrocediendo a Tarija.
Desde aquí con otros soldados bajó a Tarapacá a juntarse con Valdivia que iba rumbo a Chile.  Vecino fundador de Santiago el 12 de febrero de 1541, fue hecho encomendero en 1542, conservando su repartición de 1546, pero reducido a la mitad.
En 1549 le aumentó su encomienda con los caciques Andegualán, Guanuzalvi e Ibimalongo y en 1552 se le añadió Huachuraba y otros caciques del Maule y de Cuyo.
Fue regidor del Cabildo de Santiago en 1552, 1555, 1557, 1561, 1568, 1580 y 1586; fiel ejecutor en 1557; tenedor de bienes de difuntos de 1557 y 1564; alcalde en 1554, 1564, 1566, 1567, 1572, 1574 y 1590 y finalmente corregidor en 1575 y 1577.
Falleció en 1591 siendo uno  de los últimos sobrevivientes de la expedición conquistadora  de Chile en 1540.
 Era ya casado en 1552 con Catalina de Mendoza, hija del sevillano Andrés Jiménez, venido al Perú con Pizarro en 1531, asistente a la prisión de Atahualpa de cuya custodia fue encargado y de cuyo rescate percibió “cuatro mil cuatrocientos pesos de oro y ciento ochenta y un marcos de plata” en 1533; agraciado con “escudo de armas” en 1536, regidor de Lima ese año, vecino fundador de Arequipa en 1539, encomendero, regidor, alcalde allí en 1541, fallecido en la batalla de Chupas en 1542.
  La suegra de Juan de Cuevas fue Catalina de Mendoza Monteagudo. 
  Hijos:
 1.- Luís de las Cuevas Mendoza.
 2.- Inés de Mendoza.
 3.-María de Mendoza.
 4.-Andres Jiménez de Mendoza, nacido en 1599 en Santiago, alcalde de Santiago en 1584, abogado de la Real Audiencia de Lima en 1588, asesor del gobernador Sotomayor, corregidos de La Serena en1593, fiscal de la Real Audiencia de Charcas en 1604, teniente corregidor y juez de residencia allí, corregidor de Santiago en 1612 a 1615, auditor de guerra de 1615 a 1631,
 5.- Beatriz de Mendoza., monja Agustina en 1596.
 Luís de las Cuevas y Mendoza.
 (Nacido en 1555-muerto en 1629)
 Nació en Santiago hacia 1555. Regidor por Santiago en 1575, 1581, 1593 y 1614; alférez real en 1593 y alcalde en 1585, 1609 y 1616.
Nombrado capitán por el gobernador Sotomayor en 1590, sargento mayor por Vizcarra en 1598 y alférez general por nombramiento del gobernador Quiñones en 1599, participó en la guerra de Arauco hasta la batalla de  Laja en 1600.  Encomendero de Vichuquén, Loncomilla y Huenchumalli.
Corregidor por Santiago como su padre y su hermano Andrés desde 1627 a 1629 cuando falleció bajo testamento del 6 de junio de ese año.  
Casó con Mariana Balcázar, nacida en Santiago, hermana de Pedro y Cristóbal de Escobar Balcázar,  dichos hijos todos de Alonso de Escobar Villarroel, nacido en Puerto de Santa María, Cádiz, venido con su padre al Perú y con la expedición de Monroy a Chile en 1543., para custodia de los catorce mil quinientos pesos de oro que había invertido en la expedición conquistadora de Chile por Valdivia en 1540.
Alonso de Escobar fallecido en Santiago en Abril de 1574 fue el primer encomendero de Nancagua y Chimbarongo, tenedor de bienes de difuntos de Santiago en 1548, regidor en 1549, 51, 54, 56, 57, 61, 63, alcalde en 1552 y 1555 y fue casado con Beatriz del Alcázar, nacida en Las Palmas, Islas Canarias.
 Hijos:
 1.– Luís de las Cuevas y Balcázar.
 Nació en 1590. Residente de Santiago, en 1636. Teniente de capitán general. Se casó con Francisca Barba Cabeza de Vaca, hija del capitán Luís Barba Cabeza de Vaca y Mencia de Torres.
 Hijos:
1.– Francisco de las Cuevas y Barba
 Muerto en 1650.
  Residente de Santiago. Caso con Clara de Navia y Araya Berrío, hija del capitán Álvaro de Navia y Estrada y de María Magdalena de Araya Berrío.
 Hijo:
 1.- Nicolás de las Cuevas Navia.
 Capitán, que residió en Santiago.
 Casó en Diciembre de 1672 con Elvira Astorga Ureta, hija legitima del capitán Bartolomé de Astorga y Navarro, nacido en Santiago donde testó el 2 de octubre de 1634, casado en 1634 con Margarita de Ureta y Ordóñez, nacida en México, testada en Santiago el 16 de noviembre de 1649.
 Hijos:
 1.- Bartolomé Bernardo de las Cuevas y Astorga.
 Comisario general, dueño de la estancia Quinamávida.
  Casado el 15 de Noviembre de 1739 en Santiago con Agustina Pérez de Valenzuela y Ruiz de Peralta.
 2.- Francisco Atanasio de las Cuevas Astorga.
 Nacido en junio de 1675, y casó con en 1704 con María de Salas y Porras.
 Hijo:
 1.- Juan Bautista de las Cuevas Oyarzun.
 Nacido en 1730, fue capitán de Milicias de Cóinco en 1769.Sus restos fueron sepultados en la catedral. Dejó una cuantiosa fortuna, entre ellas la hacienda de Tilcoco, las estancias de Huemul, Cailloma y San Francisco de Mostazal.
 Hijo:
 1.- Juan Francisco de las Cuevas.
 Nació en Santiago el 20 de octubre de 1798 y fue bautizado en el sagrario el 8 de noviembre.
 Agricultor de Guacarhue, testó allí el 6 de febrero de 1825, falleciendo el 12 de febrero de solo veintiséis años de edad.
 En 1820 había sido retratado con su mujer por el pintor Gil de Castro.
  Bartolomé Bernardo de las Cuevas, tuvo cuatro hijos.
1.- Juan José Cuevas P. de Valenzuela.
2.- Bernardo Cuevas y P. de Valenzuela.
3.- Bernardo Cuevas y P. de Valenzuela.
4.- Javiera de Cuevas y P. de Valenzuela-.
 Juan José Cuevas P. de Valenzuela,
 Fue heredero de Doñihue y casado con Margarita de Cárdenas Oyarzún.
 Hijo:
 José de las Cuevas y Cárdenas,
 Criador de caballos muerto en 1821, y casado son Mercedes Guzmán y Garay.
 Hijo:
 Pedro de las Cuevas y Guzmán.
 Criador de los famosos caballos “cuevanos” en el Parral de lo Cuevas, muerto en 1870 en Doñihue y casado con Maria de la Cruz Bravo de Naveda Ahumada, casados el 28 de mayo de 1807.

Juan de Cuevas visto como agricultor y criador.

 Fue uno de los primeros empresarios agrícolas del país y además criador de caballos chilenos cuyo legado nos trasmitió a través de uno de sus descendientes don Pedro de las Cuevas Guzmán.
Don Juan además fue Encomendero en Santiago en 1542, cuya encomienda abarcaba los pueblos que ella comprendía, incluyendo Ñuñoa, Guechuraba y Principal de Maipú, siendo además  propietario de la estancia de Copequen y Angostura.
Entre otras encomiendas tenía la de las Minas de Chigualoco, ubicadas en una quebrada cerca de Los Vilos, y también Los Lavaderos de Oro de Choapa. 
Durante ese periodo tuvo un gran litigio con el Gobierno, por el pago de Réditos de un Censo (impuesto  que tenía que pagar por las encomiendas) el cual lo terminaron sus nietos luego de 50 años en que duró el juicio.
En Cédula publicada el 1º de Agosto de 1549, don Pedro de Valdivia  agregó encomiendas de  Juan de Cuevas, por sus servicios a la corona, la concesión de los dominios de los caciques Andegualén, Guazanavi, e Ibimalongo, la que aumentó con fecha 17 de Noviembre de 1552 con los pueblos de Cuyo (Argentina) Guechuraba, Loncomilla, Maule, Vichuqén y Promauches (Pomaire). El cabildo del 4 de Abril de 1554 aumentó estas mercedes con los indios de Topocalma.
Llegado a Chile el nuevo Gobernador don García Hurtado de Mendoza (fundador de la ciudad de Mendoza) quitó a don Juan de Cuevas la encomienda de Topocalma y Cuyo, y se las dio a Pedro de Castillo y Antonio Tarabajano.
Esta pequeña reseña de don Juan de Cuevas nos confirma la importancia de su labor política y las propiedades que manejaba. El no participó en la Guerra de Arauco, dedicando su tiempo y energía a sus múltiples labores  administrativas y empresariales. 

 Agricultor, industrial y criador de caballos.

 Nos dice la historia que:
Don Juan de Cuevas  en las encomiendas de Niltonquihua mantenía chacras, en Guenchumalli sembraba trigo, maíz, cebada, lino y cáñamo, además de criar ganado vacuno y mantener yeguadas las que eran cuidadas por indios “yegüerizos”. Además instaló una fabricación de Hilados de Lino con los cuales confeccionaba jarcias, enjalmas, sogas, lonas y sayas (ropa de vestir de donde viene el proverbio:  ”al que le quede el sayo que se lo ponga”). Todas estas faenas de confección se realizaban en edificios llamados Ataranzas.
En la encomienda de Loncomilla (Linares-límite Sur de Chile en esa época) construyó un Tambo, donde “paraban” los ejércitos que iban y venían de la guerra de Arauco, a los cuales proveía de provisiones y  caballos de su crianza, seleccionados especialmente para ello.
Don Juan de Cuevas tenía 1.047 indios en sus encomiendas distribuidos: 114 en Chigualoco, 37 en Niltonquinhua, 547 en Guenchumalli, 91 en Vichuqén y 258 en Loncomilla, por los cuales tenía que responder ante el gobierno central, el cual enviaba una comisión a recorrer al encomiendas y hacer un censo cada dos años.
En Pailaquén, zona ubicada dentro del pueblo de Niltonquihue tenia indios para sacar madera, guardar vacas y yeguas; en Vichuquén poseía lavaderos de oro y había plantado Viñas. En Loncomilla además de vacas y yeguadas, se fabricaban botijas y tinajas de greda, especiales para guardar vino y la cosecha de granos seca.
Desde  todas sus posesiones agrícolas e industriales, por medio de los indios llevaba a Santiago a vender la producción, en cada temporada y fue proveedor de muchos productos que se exportaban al Perú.   

Con estos antecedentes podemos afirmar que don Juan de Cuevas fue un gran empresario, trabajador, con gusto refinado, organizado, inteligente, visionario, lo que tempranamente lo llevó a seleccionar sus caballos, algunos para la guerra, otros para desfiles, montura y trabajo de campo, capacidad le sobraba para ello.
Cuando el gobernador don García Hurtado de Mendoza dejó Chile, seguramente don Juan hábil comerciante, se quedó con varios de los caballos, valiosos ejemplares que don García trajo para su montura personal de España y que eran de la mejor estirpe, entre los que se contaban Berberiscos, Andaluces, Guzmanes y Valenzuelas, Frisones Hannoverianos.
También a no dudarlo, adquiría productos criados por el Obispo González Marmolejo, ya de gran reputación.
Ambos eran proveedores de caballos para la guerra.

Dicen de él los historiadores:
“Don Juan siempre trasladaba a su chacra en Ñuñoa, los ejemplares más valiosos nacidos en todas sus encomiendas, lo que indica que seleccionaba sus caballos, y que no se reproducían libremente sin un destino concreto”.

Debe haber sido un gran zootecnista porque sus herederos aparecen en la historia ligados a hermosos y valiosos ejemplares, además los caballos útiles para la guerra deben haber cumplido una buena cantidad de requisitos o exigencias morfológicas y de temperamento. 
Falleció en 1591, siendo uno de últimos sobrevivientes de don Pedro de Valdivia. 

Familia de criadores de caballos.

En la huella del padre.

Su hijo don Luís de Cuevas y Mendoza nació en 1555 y falleció en 1629, regidor, alcalde de Santiago y participó en las guerras de Arauco, fue encomendero de Vichuquén, Loncomilla, Huenchunalli, Lora y Mataquito. Le sucedió su hijo  don Luís de Cuevas Balcazar, nacido en 1590 y fallecido en 1636, fue teniente capitán general, y encomendero en Vichuquén, Guenchumalli y Loncomilla desde donde sacó una parte de los indios y los trasladó al pueblo de Pomaire, para formar con ellos  una encomienda donde fabricar jarrones y vasijas (este pueblo y su artesanía siguen siendo una gran atracción turística en la actualidad).

Hijo del general  don Luís de Cuevas y Mendoza fue don Juan de Cuevas Balcázar, nacido en 1600 y fallecido en 1638, gran criador de caballos, capitán, en cuya sesión del cabildo de 10 de mayo de 1630,  ordenan comprarle “el mejor caballo del reino” para regalarlo al nuevo Gobernador don Francisco Laso de la Vega, presidente y gobernador de Concepción.
Según costumbre de la época, se agasajaba con lo mejor al recién llegado, lo que estableció una gran competencia por criar excelsos caballos de montura y además muy lujosos, lo que ayudó sin duda para seleccionar los reproductores. Eran caballos criados en pesebreras, comiendo granos, los mejores pastos además de “arreglarlos” prolijamente a la usanza de esos tiempos.
Cuidados por los yegüerizos antepasados de los “petiseros”.
En esos tiempos alimentaban  los caballos con cebada, avena, maíz en grano y hojas verdes, para darles “mayor fuego” según decían.
Era necesario ser un gran jinete para mantenerse firme arriba de esos caballos,  debido a la fogosidad de su temperamento, que era natural y ayudada por la alimentación especial.
Su descendiente como más arriba de explica,  don José ya era un conocido criador de caballos, heredados de sus antepasados, que con rigurosa selección criaron en sus propiedades agrícolas.

Don José es el padre de don Pedro de las Cuevas Guzmán, el criador más trascendente en la historia de nuestra crianza.
Lo interesante al seguir esta relación de familia es confirmar que es una  “vocación común y hereditaria la crianza de buenos caballos”.  Es aventurado en demasía afirmar que dichos caballos también siguieron reproduciéndose de padres a hijos dentro de las crianzas de la  familia Cuevas, pero sí es seguro que adquirían y criaban ejemplares de selección por ser personas de gusto, exigentes y muy bien relacionados, lo que se puede apreciar los cargos que ocupaban.   

Don Pedro de las Cuevas y sus caballos “cuevanos”.

Bibliografia: Uldaricio Prado en 1920.

“Las cualidades y características que han podido distinguir al caballo chileno en los comienzos del Siglo XIX, no han sido sino el resultado de circunstancias especiales derivadas de causas, se puede decir naturales, en las que la dirección inteligente de la mano del hombre, no desempeñó el papel preponderante  que le correspondía. Sin embargo, algunas de estas causas influyentes que llegan hasta determinar cierto tipo en el motor animal, con caracteres morfológicos bien manifiestos, y que permiten distinguir en los caballos  las actitudes que pueden tener para sus diferentes aplicaciones útiles del trabajo, vinieron a ser ejercidas por la persona de un distinguido aunque rústico, campesino chileno, que se llamó don Pedro de las Cuevas.
Dotado este excelente hombre de campo, de un instinto admirable para todo lo referente a la crianza de caballos, se propuso hasta conseguir fijar las características de los tipo dentro de la función mecánica que cada motor- caballo debía desempeñar, haciendo de cada uno una especialidad, que le permitía reproducirlos dentro de una  estricta selección y con un propósito bien determinado que él  ya preveía con su clara inteligencia, la clase de animal que le resultaría de tales combinaciones.
Los procedimientos zootécnicos que la ciencia moderna ha conquistado a la biología animal, para hacer del caballo, el tipo que el hombre necesita para ayudarle en sus necesidades de la vida, no fueron desconocidos por el señor Cuevas y al efecto, como lo veremos, una gimnástica constante e inteligentemente aplicada, una selección rigurosa de  los reproductores y una alimentación adecuada, fueron en sus manos practicas hábilmente combinadas, que dieron por resultado los tipos de caballares mas escogidos y de las mejores cualidades que podía desearse en los tiempos de caballo de silla de su tiempo.


La inclinación natural y el gusto por los animales, como sus actitudes innatas a la zootecnia, hicieron que don Pedro Cuevas extendiera sus prácticas de mejoramiento a otras especies, fuera de la caballar, así se recuerda hoy día con admiración, los enormes bueyes que este hacendado hacia producir a su ganado vacuno y las hermosas vacas lecheras que mantenía en sus potreros.
Aun mas llegó a conseguir, según la crónica lo refiere mulas de carga con andaduras braceadas, que por su elegancia en conducirle su equipaje, cuando el señor Cuevas iba de viaje, causaban la sorpresa de todos, los que veían pasar a tan apuesto caballero, que adelante caminaba montado a su vez en un soberbio potro.

La base de sus crianzas caballares, parece que la constituyó al principio, según lo indica su testamento, que hemos tenido la ocasión de leer, con yeguas que heredó de su padre don José de las Cuevas, y aumentadas después por razones que nos indican  las estrechas relaciones de familia que a fines del siglo XVIII (1700) existían en este centro formado por Doñihue, Parral, Carén y Quilamuta, según lo hemos dicho, donde se criaban los mejores caballos del país.
Es natural suponer entonces que de Quilamuta, Alhué, Carén fueran las yeguas y aun algunos de los reproductores que don José de las Cuevas, dejó a su único hijo y que este consiguió mejorarlas hasta el punto de ser los  animales más famosos de Chile, durante la primera mitad del siglo pasado. (1800-1850).
Entre sus numerosos y excelentes caballos, el señor Cuevas, había conseguido fijar tres familias o castas distintas entre si, por sus funciones económicas o aptitudes de motor animal, para los servicios de la silla.
Estas tres familias se constituían cada una de tipos bien definidos con caracteres propios y determinados, que podían diferenciarse fácilmente y en los que la belleza de las formas, de ninguna manera era sacrificada a su estructura y disposición de los órganos esenciales adaptados al género de trabajo que se necesitaba obtener del motor-caballo.

El principal tipo que don Pedro de las Cuevas parece haberle dedicado mayor atención, fue el del  caballo ligero y veloz para la carrera, afición que constituyó en él una verdadera especialidad de su tiempo, a tal punto, según la tradición lo recuerda, que sus caballos “pellejeros”, como él los llamaba, una vez en la cancha eran temidos y reconocidos como inganables, resignándose muchas veces a dar ventaja enormes como la de no prepararlos especialmente o bien obligarse de darle una o dos revueltas en el momento de recibir la señal de partida para emprender la veloz carrera.  De otro modo no podía tener el placer, de ver emplearse a sus animales en estas luchas ecuestres que él tanto apreciaba.
El reproductor que le proporcionaba a don Pedro de las Cuevas estas maquinas de velocidad de llamaba El Caldeado, y algunos dicen El Quebrado.
Según los datos conservados por recuerdos personales y  referencias que de han encontrado en comunicaciones escritas de sus amigos.
El Caldeado, a su velocidad, reunía condiciones de temperamento, de docilidad e inteligencia extraordinarias, aun tratándose de una raza, como la chilena, que las poseía en alto grado y en una época en que los ejemplares sobresalientes eran comunes.
Su conformación, en general no era armoniosa y mucho menos perfecta que pudiera decirse fuera la de un bonito caballo.  Adolecía de un cuello algo tosco, cabeza cargada y poca esbeltez, en sus líneas generales.  En cambio, poseía una formidable musculatura.
El Caldeado, tuvo una larga descendencia y muchos de ellos después actuando como reproductores, se distinguieron en haber generado individuos que se hicieron notables por su aptitud a las carreras y como caballos excelentes de montura.
La agilidad en los movimientos ha sido una característica especial de ellos, unido a una docilidad y mansedumbre a toda prueba; como bien tendremos ocasión de verlo, cuando tratemos en particular de algunos reproductores de fama de cuya existencia se conserva una  fresca  memoria.
 
El segundo tipo de otra casta que este insigne criador mantenía en su propiedad, lo formaba un caballo más basto y grueso que el anterior, de formas redondas y musculosas, de cierta talla, próxima a las siete cuartas y dotado de andaduras muy elegantes y levantadas, que hacían una vistosa presencia en el animal.  Estos eran los caballos trotadores de brazo, a que nos hemos referido anteriormente, apropiados para paseos y para lucir a su jinete en las fiestas del pueblo.
Los mas de los hacendados que descollaron en ese tiempo por sus caballos lujosos de este tipo, habían obtenido sus ejemplares del criadero  de don Pedro de las Cuevas como don Leonardo Portales, Rafael Martínez, José Miguel Carrera, Manuel María Figueroa, Enrique Campino y señores Calvo de Rancagua que por relación de amistad, los conseguían muchas veces, de generosos obsequios, por parte de su dueño o bien a precios convencionales, pues el señor Cuevas avaluaba sus caballos generalmente como una mercadería que no podía tener cotización en el comercio usual de esos tiempos.
Así se explica que uno de ellos, por el cual se interesó el gran hacendado de Bucalemu, don Manuel José Balmaceda, el famoso caballo Dije, le costaría muchas vacas y muchos bueyes, para conseguirlo.
El mejor caballo de esta clase que tuvo don Pedro Cuevas, en los últimos años de su vida, se lo dejó en legado testamentario al señor Rafael Martínez de la hacienda Paine,  que fue después el “tronco origen” de una reconocida familia caballar, “la painina”, de cualidades sumamente apreciadas por todos los hacendados del país.

La tercera clase de caballos que produjo este gran criador del siglo XIX (1800) y cuyas descendencias son el justificado orgullo de los dueños de criaderos de hoy día, en poseerlos por un origen mas o menos directo, la formaba una categoría de los productos obtenidos de los tipos especializados anteriores y que ya sea por razones de herencia o por otras causas accidentales, como individuos, no podían pertenecer a los grupos distinguidos que su dueño deseaba hacer figurar.
Esos caballos de talla menor, poco aptos para la cancha o no suficientemente lucidos en sus andaduras, eran , sin embargo, los mas esplendidos motores, apropiados a las faenas agrícola del rodeo y del trabajo del hombre de campo, por su docilidad de rienda, su valentía y coraje para vencer los obstáculos naturales de los suelos accidentados o de los torrentosos ríos que atravesaba entonces, los apenas, marcados senderos llamados caminos, que comunicaban una hacienda con otra o una aldea como Doñigue con la capital del departamento, a cuyos puntos había necesidad de llegar, por imposiciones obligadas de  los tiempos y de las costumbres de la época.

Entre éstas, es necesario tener presente que el criador de animales como el señor Cuevas, era siempre un propietario rural, que por la situación de sus haciendas y otras causas, propias al grado de civilización , que tenia el país a mediados del siglo pasado, (1850) nacía vivía y moría en su terruño, no acudiendo a los poblados, sino por quehaceres urgentes (diligencias como se decía entonces) de modo que su existencia y su actividad de hombre de trabajo se ejercían en intima unión con los compañeros inseparables y necesarios para su mantención, como eran los animales, instrumentos indispensables que les ayudaban en sus pesadas faenas agrícolas o de medios favoritos de distracción que le servían para romper la monótona existencia de  la vida del campo.

Así se comprende esa vigilancia directa de sus poseedores interesados para formar de sus animales domésticos, los tipos más perfectos para obtener de ellos, las funciones económicas más ventajosas según  sus especies; de aquí los enormes bueyes y las productivas vacas lecheras, la multiplicación constante de los ganados y las bondades de los caballos fieles servidores del campesino de antaño.
Las haciendas en donde el señor Cuevas ejerció durante toda su larga vida de agricultor, tan útiles como benéficas influencias para el caballo del país, estaban situadas, una a orillas del Cachapoal, cercana al pueblecito de Doñihue en el departamento de ese entonces (1860) de Rancagua, hoy de Cachapoal, y se llamaba El Parral al que se le añadió, todavía, el distintivo de Lo Cuevas, que hasta ahora conserva el recuerdo de su apellido.


La otra propiedad, estaba situada en el lugar de Los Linderos, limites, entonces de los departamentos de la Victoria y de Rancagua, de la provincia de Santiago y se llamaba La Posada, cuyos deslindes eran los siguientes: al oriente con propiedad de don Juan Moreno; al poniente con el camino público; al norte con propiedad de don Miguel Campino, camino por medio; y al sur con fundo de don Rafael Larraín.
(Acta de comparendo “herederos” de don Pedro de las Cuevas, agosto de 1862, Rancagua).
Esta propiedad la conservó don Pedro hasta su muerte y sus herederos remataron en pública subasta el arriendo de ella, junto con la parte que el señor Cuevas le había vendido a don Ramón Lavín, por tres años.
Se le llamaba por su dueño La Posada, como indicando que era el punto obligado de su alojamiento, cuando, alguna rara vez, debía hacer un viaje a la capital.
Don Pedro Cuevas vivió 86 años, pasando la mayor parte de su vida en la hacienda El Parral, donde dejó de existir el 28 de marzo de 1861, según consta de los documentos, (fe de muerto y su testamento, que se encuentran entre los archivos de la notaria de Rancagua).
El año de su nacimiento fue por lo tanto el de 1775 y fueron sus padres, don José de las Cuevas y doña Delfina Guzmán.
Testamento de don Pedro de las Cuevas.
Extracto:
Ítem: “lego a mi amigo don Rafael Martínez, el mejor de mis caballos, el que en mi concepto lo es, el tordillo negro, trotador, que conoce mucho mi nieto José Manuel”.

El Caballo Chileno de Pura Raza

15/ene./24

Andrés Montero J.

Así como en España la Tauromaquia, ha sido declarada Patrimonio cultural español, en Chile, el Rodeo Chileno es considerado desde 1962 como deporte nacional.

El caballo de pura raza chilena, también conocido como “corralero”, es mediante el cual se practica el Rodeo Chileno. Su origen está en España, que, por mandato de los Reyes Católicos, el caballo llega a América con el segundo viaje de Cristóbal Colón. La reproducción de esos primeros caballos andaluces, dio origen a un contingente equino utilizado por los distintos conquistadores en sus incursiones en Sudamérica.

A Chile los caballos llegaron en 1540 por la conducción del conquistador Pedro de Valdivia. Posteriores envíos de caballos permitieron generar una masa equina de unos 500 ejemplares. Resulta interesante dejar testimonio, que fue el Bachiller Rodrigo González Marmolejo quien más tarde se transformara en el primer Obispo de Chile, quien estableciera el primer “haras chileno”, en las cercanías de Melipilla a unos 60 kilómetros de Santiago, la recién fundada capital de Chile.

González Marmolejo, procedente de Constantina-Sevilla, invitó a Chile a su sobrina María, quien llegó procedente de España vía Panamá, con su hijo Antonio, padre del primer Gobernador de Chile nacido en Chile, Diego González Montero. Rodrigo González Marmolejo, enseñó a los indios a utilizar el caballo, tanto para transporte como en la agricultura. Esos caballos a disposición de los guerreros mapuches fueron utilizados por 3 siglos para combatir a los españoles en la defensa de territorios australes.

A inicios del siglo XVIII, el caballo chileno se perfila con sus propias características, utilizándose para paseos, viajes o trabajos agrícolas. A fines del siglo XVIII algunos criadores dan vida al registro de la raza de caballo chileno, generando así, la raza con registro puro más antigua del continente americano.

En 1946 se forma la actual Federación de Criadores de Caballos de Raza Chilena. Con la introducción de medios de transporte más eficientes y maquinaria agrícola moderna, el caballo de raza chilena pierde gradualmente importancia, pero de manera simultánea se consolida a través del Rodeo Chileno como actor indispensable en el ya popular deporte rural. La Sociedad Nacional de Agricultura de Chile, fundada en 1838, es la encargada de llevar y mantener los registros genealógicos de la raza chilena.

El Rodeo Chileno se practica desde Arica a Punta Arenas y su normativa y organización depende la Federación de Rodeo Chileno, entidad fundada en 1961. La máxima justa del Rodeo Chileno se celebra en la Medialuna Monumental de Rancagua, en que cada año se dan cita los clasificados durante el año, en los distintos rodeos clasificatorios con series de potros, caballos y yeguas, además de series libres. La federación está conformada por 53 asociaciones de Rodeo Chileno.

Este año se celebrará la versión 75 del Champion de Chile, en el que decenas de miles de amantes del caballo y del campo chileno, se reunirán una vez más a honrar las tradiciones, la bandera chilena y a su majestad “el Caballo de Pura Raza Chilena”.

El caballo chileno es resistente, manso y ágil. Sus medidas ideales contemplan una alzada de 142 centímetros los machos y 140 centímetros las hembras. 172 centímetros en el perímetro del tórax y entre 18 y 19 centímetros de caña. Orejas entre pequeñas y medianas y cascos pequeños muy cerrados. Su pecho es amplio, sus extremidades cortas y musculosas. Crines abundantes ondulados y gruesos en la cola. Piel gruesa y doble pelaje, para tolerar el frío.

En Chile hay más de 7.000 criadores de caballos de raza chilena. El rodeo propiamente tal consiste en que una pareja de jinetes -collera de huasos chilenos- arrean en caballos de pura raza a un novillo en una medialuna para atajarlo en un espacio predeterminado, generando puntos en función del lugar del cuerpo del animal en donde son atajados. Este ejercicio se realiza 3 veces y cada atajada tiene un máximo de 4 puntos buenos, si la atajada es en la parte posterior del animal. Las colleras que obtienen más puntuación avanzan a una siguiente ronda, hasta llegar al cuarto animal, en donde se define al Champion del rodeo.

Adicionalmente el espectáculo contempla el “Movimiento de la Rienda” que consiste en varias pruebas individuales que demuestran la agilidad y velocidad del caballo dentro de la medialuna. Los animalistas progres y mucho ignorante de las tradiciones chilenas, han pretendido eliminar al Rodeo Chileno, por considerar que atenta en contra de los sentimientos y de la sanidad de los caballos y novillos. Todos los intentos han fracasado y cada vez hay más “corraleros” en Chile, quienes defienden y defenderán su actividad sin temores y orgullosos de lo que significa un deporte que atrae a miles y miles de aficionados, solo superado por el fútbol.

Como menciona la tonada chilena “el Rodeo” de los Huasos Quincheros” -máximo exponente del folclore chileno: “De las fiestas en los campos chilenos, un rodeo es lo mejor, saliendo pa´los corrales, contento que es un primor. Ahí van los huasos, con su animal, luciendo mantas tan lindas, como las guindas de un gran guindal”.

Fuente: https://www.eldiariodemadrid.es/articulo/opinion/caballo-chileno-pura-raza/20240115145709070284.html

Exportemos Cultura Huasa y del Caballo de Raza Chilena

Por Arturo Montory G.

Les quiero comentar una experiencia personal y muy actual.

Por el 2008 en adelante con mi revista Tierra de Caballos llegaba a criadores de Chile, Brasil, Argentina y Uruguay y con un socio brasileño instalamos un Stand en Expointer- Esteio donde se desarrollaba el Freno de Oro y 10 días completos de otras pruebas. En la revista tenía como avisadores criadores de todos los países, lo que terminó cuando nos separamos de FICCC.

Por lo cual tuve la oportunidad de conocer una infinidad de criadores y dirigentes de dichos países, con los cuales mantengo contacto con varios de ellos en forma habitual. Me solicitaban hacer estudios de genealogía de los descendientes de los caballos chilenos que saldrían en sus remates, de sus cabañas, eventos espectaculares. Esto duró hasta el 2012.

En 2017 fui contactado por el programa de Radio Tertulia.com de Porto Alegre llamado Pelos & Procedencia y creamos una sección “Chilenos por el Mundo”, en la que hablo de la Raza Chilena y su genealogía durante más de 45 minutos en cada programa quincenal.

También fui llamado a participar en web original de Bagé, ciudad ubicada en Rio Grande Do Sul (cuna del cavalo crioulo), llamada Cosasdelcampo.com.br en las que escribo columnas sobre criaderos, jinetes, arregladores, historia del rodeo, etc. Publicación que aparece el sábado de cada semana.

¿Pero cuál es el tema de fondo de este artículo en particular?

Tanto para Uds. como para mi es sorprendente que a pesar de estar nosotros fuera de FICCC, exista tanto interés en saber de nuestra cultura huasa, de caballos y equitación nuestra.

Creo que la explicación podría ser una y bien puntual.

Exportamos caballos por 40 años en que el dueño en Chile y el comprador extranjero sabían lo que intercambiaban, pero jamás el resto de los aficionados y profesionales de cada país tuvieron referencia sobre dichos ejemplares en forma más detallada, solo conocieron de los éxitos de éstos en sus propios países, pero ningún apoyo cultural de la parte chilena, otros tiempos, una gran falla nuestra aún no enmendada.

Tenemos muy buena literatura de crianzas, genealogía, arreglo, historia, zootecnia, pero no la mostramos al extranjero, solo queda entre nosotros.

Siempre hemos tenido buenos charlistas y expositores en las diversas materias, pero los escuchamos aquí nada más, para exportar caballos y rodeo, ello no sirve de nada.

Tenemos que ir a exponer “nuestro cuento” afuera, al público que queremos llegar, a quien pensamos que recibirán de buena forma nuestra cultura, ir donde las “papas queman”, así ha sido por siempre la experiencia de emprendedores y empresarios chilenos en distintos rubros, el frutícola más reciente, que a pesar del éxito jamás dejan de hacer promociones y viajes, etc. porque la competencia mundial es grande en todos los rubros.

Un amigo hizo un comentario muy acertado sobre esta temática: “Es que no puede ser de otra manera Arturo, porque la historia de nuestro Caballo es intrínsecamente valiosa, atractiva y apasionante, de una cultura sublime lo que significa, porque es la historia de nuestro pueblo Chileno la que se va plasmando en cada ejemplar apasionada y racionalmente seleccionado/a, es una verdadera novela, pero de base real, que ejemplifica nuestra ordenada forma de ser. Enaltece y exhibe ante el Mundo, mucho más que los extraordinarios ejemplares que constituyen la Raza”.

Por años he propuesto crear un Departamento o Sección Cultural que reúna a ambas Federaciones y que en exclusivo abarque el tema Internacional, de entregar la nuestra en el extranjero, especialmente en Sudamérica, es fundamental y básico para emprender cualquier expansión deportiva o caballar y que tenga éxito sustentable en el tiempo.

No podemos seguir lamentando eternamente haber salido de una institución, tenemos todo para intentar caminos propios, pero la punta de lanza deben ser Misiones Culturales y después técnicas y deportivas.

Primero la teoría, luego la práctica.

Durante el 70° Nacional del Rodeo Chileno será lanzada la colección completa de la Historia del Rodeo Chileno en Tomo I y II y otro Tomo único, que relata la historia de la Federación del Rodeo Chileno.

Textos llenos de recuerdos de jinetes, arregladores, criadores, dirigentes, rodeos, rienda, todos hechos reales que han permitido que el rodeo sea un gran deporte sustentado por una sólida institucionalidad.

Al leerla recordarán los más antiguos y conocerán muchos aficionados incorporados más recientemente a los grandes de nuestra equitación huasa, y se sentirán orgullosos de pertenecer a este extraordinario mundo “corralero”, tan nuestro y tan especial.

Historia nos sobra para esparcir su belleza por el mundo ecuestre y de las tradiciones.

Estos documentos escritos dan un sentido de unidad a trayectoria deportiva y humana del recorrido que ha sido necesario hacer por 200 años.

Pero hay que mostrarlo y esparcirlo. Sino sembramos antes, ¿cómo vamos a cosechar después?

Los Tilos Barranco, su desconocida y exitosa genética en Brasil

Los Tilos Barranco

En la época que vivió e hizo su campaña el bayo blanco Los Tilos Barranco era ídolo en las medialunas de la zona central, sea, Talca, Chillan, Los Ángeles, Arauco.

Su sola presencia en un rodeo era sinónimo de espectáculo, potro delgado, angosto y liviano, de 370 kilos en competencia y de 1.39 mt. de alzada, pero de un sello racial inconfundible y muy bueno para las vacas, le gustaba correr y atajar novillos que pesaban hasta 100 kilos más que él y llevado por “Don Chanca” a máxima velocidad en la cancha, el público gozaba y aplaudía de pie cada una de sus actuaciones. Por diversos motivos su campaña fue relativamente corta. Fue 1° en ranking de potros en los años de 1968 y 1969.

La sangre del Barranco está muy presente en la actualida de preferencia con el exitoso criadero Peleco, a través de la sangre de la tordilla Paicaví A Oír Cantar su hija, que es madre de Paicaví Punteo y Paicaví Sorocha que dio al reconocido Paicaví Requinto, Paicaví

 Carmel Rosa, Peleco Guitarra, Paicaví Relgue. El Barranco estuvo en criadero Las Hortensias donde dejo valiosas hembras y ya cuando del potro tenía cerca de los 20 años el veterinario don Antonio Ayuy lo llevo a San Fernando, donde dio en criadero “Talcarehue” a

 Barranquito, en criadero “Don Vela” a Chabela, y en criadero “Aculeo” al Naipe, sobre el cual nos queremos explayar en su descendencia.

Aculeo S.A. de esa época era de propiedad de Alberto Araya G. y German Claro Lira, los cuales compraron a la familia Letelier el criadero con sus caballos y además la legendaria Marca y de esa época es el Aculeo Naipe que era hijo de Los Tilos Barranco en Fusta por la Invernada Aniversario y Aculeo Vivienda por Aculeo Estuco 2 que es abuelo paterno de Tren Tren Arrebol padre de La Invernada Hornero. Aquí está presente la crianza de don Miguel Letelier E. y el Aculeo S.A. de A. Araya G. y G. Claro L.

[Continuará]

La hazaña del potro negro Peleco Caballero

Por Arturo Montory G.

Peleco Caballero

Este premio Sello de Raza se inicia en el año 1969, con el fin de destacar al ejemplar de caballos de Pura Raza Chilena más “acampao”, que lo distinga

nítidamente como fiel representante racial al cual se agrega “plena funcionalidad”, porque se selecciona y otorga de entre los ejemplares que compiten en la Serie de Campeones de los rodeos de cada temporada, que incluyen sus Clasificatorios y Final Nacional.

El gran mérito de este premio es reunir “belleza racial y calidad vaquera”, que incluye gran selección genética, “arreglo” esmerado e inevitablemente un tremendo rendimiento funcional.

Peleco Caballero

A través del tiempo han obtenido ese apreciado premio algunos trascendentes ejemplares, como: La Capilla Rival, Reservado, Meli, Rio Negro, Rotoso, Pelotera, Gustosa, Cachita, Salamera, Ricachona, Que Chica, El Taita, Estandarte, Cureña, Chacolí, Estirpe, Acampao, Barricada, Negra Linda, Fiestera, Fantástico, Changa, Romario, los cuales siempre se deben tener presente por la excelsa calidad demostrada.

Desde la instauración del premio ninguno lo ha ganado tantas veces como lo ha hecho el Peleco Caballero, y es como sigue:

Peleco Caballero

Ganador del premio Sello de Raza:

-Nacional de Rodeo N° 69 efectuado en abril 2017;

-Nacional de Rodeo N° 70 efectuado en abril 2018;

-Nacional de Rodeo N° 71 efectuado en abril 2019

-Nacional de Rodeo N° 72 efectuado en octubre del 2021.

Sus medidas son:

1.45 mt. de alzada, 1.76 mt. de cincha, 0.19 cm. de caña

Inscripción Stud Book de Chile

N° 194301, nacido en 22 -11- 2006.

Hijo de Licahue 2 Contulmo en Minga.

Campaña: